Toda la dialéctica moderna consiste en adoptar el papel de víctima y en acusar al contrario de verdugo. Cosas del pensamiento débil, cuando los argumentos no dejan de ser una cuestión secundaria. Es más, ni argumentos de autoridad, porque el problema del argumento de autoridad es decidir quién es el autorizado.
Verbigracia, días atrás la Cuatro de Polanco nos ofrecía un debate sobre la adopción gay, invitados: un representante de la federación de gays y lesbianas y Benigno Blanco del Foro de la Familia. En un momento dado, Blanco lee una nota de la Asociación Americana de Pediatría donde se concluye algo tan primariamente lógico como que el niño necesita de un padre y una madre para madurar con ciertas garantías. Pues bien, el representante gay despachó el asunto en dos palabras: Hombre, supongo que habrá buscado alguna fuente conservadora Es decir que la Asociación Americana de Pediatras es conservadora, en tanto en cuanto sus conclusiones no coinciden con las progresistas, sin ir más lejos con la Federación de Gays y Lesbianas. Pero hacerse la víctima resulta mucho más eficaz. Así, mientras Pedro Zerolo se ruega no hacer rimas fáciles por su apellido- clama por los derechos de los homosexuales eternamente perseguidos en los cinco continentes, sus chicos salen a la calle insultando todo lo insultable (ver nuestro Editorial de ayer) y sus miembros más histéricos, que son legión, se dedican a insultar y a amenazar a quien se atreve a denunciar su degeneración, por ejemplo a la redacción de Hispanidad.
Y con esta transubstanciación del verdugo en víctima nos encontramos con el majadero del Fiscal General del Estado, Cándido Conde Pumpido, quien amenaza con vigilar atentamente las posibles ofensas a los gays que puedan darse en las manifestaciones en defensa de la familia hasta ahora se han dado exactamente ninguna- al tiempo que permite las injurias, blasfemias y ofensas varias de los chicos del orgullo gay. La actitud del Gobierno Zapatero recuerda, la afortunadamente ya olvidada defensa del violador: Si es que van provocando. Al citar a Conde Pumpido ya se nota que no hablamos de una actitud propia de minorías marginales. Muy al contrario la transmutación de verdugos en víctimas es cosa de elites. Sin ir mas lejos, miren lo que nos cuenta el cronista de El País, Juan G. Bedoya se ruega no hacer rimas fáciles con su apellido- sobre la próxima visita del Papa Benedicto XVI a Valencia. Se queja Don Juan de que cuando Zapatero se entreviste con el Papa el pontífice ya habrá planteado en sus discursos una visión de la familia que atenta contra la política del muy democrático gobierno socialista. Y es que el pontífice es muy poco tolerante. En el entretanto, los medios de comunicación progres continúan inclinándose ante la estupidez gay-orgullosa. Así y sin que al realizador le entrara la carcajada, hemos podido ver, como preámbulo a la visita papal el tremendo drama de Jordi. Jordi casóse en su día con una mujer, propiamente dicha, con la que tuvo un número indeterminado de niños. Más tarde practicó el novísimo deporte de abandonar a la parienta no por otra, sino por otro. Y allí estaba frente a las cámaras, el bueno de Jordi, explicándonos las ventajas del gaymonio : Porque claro, yo estaba preocupado porque qué sería de mis hijos si me pasara algo a mí bueno y si le pasaba algo a ella pero ahora afirmaba mientras señalaba a su homocónyuge- si nos pasa algo a los dos se ocupara él o algo así. Y en ese momento trascendental, tan emotivo como una telenovela, uno se imaginaba a toda la audiencia elevando sus preces por la salud y bonanza de la ex de Jordi. Que el buen Dios la guarde muchos años, por lo menos hasta que los vástagos de Jordi cumplan los veintiún años, quizá los treinta. Porque aquí o nos estamos volviendo todos idiotas o sufrimos de enajenación transitoria. Nos falta un niño que grite que el emperador va desnudo, y no hablo de Jordi.
Eulogio López