Sr. Director:
Cuando algo es verdaderamente bello causa placer y atrae la mirada. Según la filosofía clásica, la belleza está unida esencialmente a la verdad o al bien.

 

Pero es posible encontrar un tipo de belleza que no sea el esplendor de la verdad ni el esplendor del bien ya que puede presentar una hermosura prestada o postiza, podría ser un simple revestimiento, una especie de careta, una manipulación de la belleza.

Hace tiempo, mucho tiempo, la estética y la ética estaban completamente armonizadas. Actualmente, algunas teorías del arte reclaman la independencia total respecto al bien y a la verdad y nos encontramos inmersos en una cultura que ha perdido, en gran parte, la capacidad de percibir la verdad, o sea, ha perdido la posibilidad de alimentar la inteligencia y la sensibilidad con un alimento de calidad.

Mucha gente joven tiene pocas oportunidades para cultivar su capacidad de conocer en el más alto nivel ya que sólo son instruidos en destrezas y habilidades prácticas. Se habla mucho de la movida de la juventud en los largos fines de semana, se les critica el botellón y su actitud frívola y egoísta ante la vida. Pero, probablemente, esos jóvenes no han tenido oportunidades para vivir momentos de gozo o de felicidad en los días laborables: ni en el colegio o en la universidad, ni en su casa, ni en su entorno social. Los jóvenes están siendo adiestrados pero no enseñados, ni persuadidos, a vivir otro modo más pleno de vida. El mundo adulto, en su conjunto, es el responsable ya que no les muestra la belleza sino el placer físico y la manera de esforzarse lo menos posible. La auténtica experiencia estética es un elemento fundamental en la formación de las personas y esa experiencia deriva de la contemplación de la belleza en aquellas situaciones humanas en las que brillan, con intensidad, la verdad o el bien.

Actualmente, un extenso ámbito de la cultura y el arte han perdido el norte, no se sabe adónde van. En repetidas ocasiones, parece que los artistas y creadores no se esfuerzan, ni quizá pretenden, transmitir arte y belleza sino discursos ideológicos pesimistas. La belleza ha dejado de ser respetada y se realza el feísmo en el arte, en la moda, en la conducta y en el pensamiento. Lo importante ahora es la transgresión, la provocación y el impacto.

Cualquiera puede ser artista con tal de que presente una obra provocadora. Todo es efímero y, muchas veces, aparece envuelto en un lenguaje de difícil comprensión, críptico, solo para entendidos. Algunos críticos llegan a aplaudir lo grotesco y lo repulsivo ya que se ensalzan exposiciones con motivos tan degradantes como cadáveres humanos plastificados, figuras de niños ahorcados, exhibición de suciedad, etc.

A eso se ha llegado en esta sociedad tan vacía espiritualmente, que ha perdido el sentido de la belleza, de lo armónico, de lo que eleva a la persona y la hace disfrutar como ser humano.

Miguel Ángel concebía la belleza física como un reflejo de la belleza espiritual. En palabras suyas: La pintura excelsaes precisamente aquella que más se aproxima e imita la obra inmortal de Dios. Y fue en la Capilla Sixtina, en la que Miguel Ángel dejó plasmada su genialidad de artista, donde Benedicto XVl se reunió con 250 artistas de renombre internacional el 21 de noviembre de 2009. Destaco un párrafo de su discurso: El momento actual está lamentablemente marcado, además de por los fenómenos negativos a nivel social y económico, también por un debilitamiento de la esperanza, por una cierta desconfianza en las relaciones humanas, de modo que crecen los signos de resignación, de agresividad, de desesperación.

El mundo en el que vivimos corre el riesgo de cambiar su rostro a causa de la acción no siempre sabia del hombre, quien en lugar de cultivar su belleza, explota sin conciencia los recursos del planeta a favor de unos pocos y con frecuencia desfigura las maravillas naturales. ¿Qué es lo que puede volver a dar entusiasmo y confianza, qué puede animar al alma humana a encontrar el camino, a levantar la mirada hacia el horizonte, a soñar una vida digna de su vocación? ¿No es acaso la belleza?

Sabéis bien, queridos artistas,  que la experiencia de lo bello, de lo auténticamente bello, de lo que no es efímero ni superficial, no es accesorio o algo secundario en la búsqueda del sentido y de la felicidad, porque esa experiencia no aleja de la realidad, más bien lleva a afrontar de lleno la vida cotidiana para liberarla de la oscuridad y transfigurarla, para hacerla luminosa, bella.

Creo que es evidente la necesidad de dar entrada a la belleza en la vida humana para recuperar la esperanza.

Carlota Sedeño Martínez