A priori parece un interesante retrato de la caída en desgracia de una familia de la alta burguesía italiana, Los Recchi, pero, desgraciadamente, desemboca en un dramón pretencioso.
El arranque de la película, en el que el patriarca de la familia transmite la sorprendente decisión de que ha decidido dejar el liderazgo de su imperio no sólo a su hijo sino también a uno de sus nietos, crea una gran expectativa. Pero pronto, esos mimbres que bien urdidos podrían haber desembocado en una interesante trama financiera con una certera crítica a los herederos especuladores, se decanta por el camino más trillado: la falta de ubicación de la elegante madre en el papel social que le ha tocado vivir y su atracción por un amigo cocinero de su hijo Toda esta relación está narrada de forma preciosista y pretenciosa, a la que habría que añadir (como bien decía una amiga colega de profesión) otra P: plomo.
Lo que el amoral Luchino Visconti hubiera desembocado en un retrato sobre la desintegración de una familia pudiente (asunto recurrente en su filmografía), el guionista, productor y director Luca Guadagnino lo simplifica en una historia de amor que ralentiza el ritmo de la película debido a las explosiones carnales de los amantes en el campo (todo muy bucólico) e, incluso, en algunos diálogos o situaciones forzadas. Todo ello se traduce en que la mayoría de los personajes resulten antipáticos por pedantes (atención al cocinero-semental) y los únicos que parecen humanos son el ama de llaves de la casa (Ida) y el nieto favorito del patriarca (Edoardo) quien, como su abuelo, ama la empresa familiar y no quiere hacer caja rápida con la venta de la misma
Posiblemente la parte financiera de este drama está inspirada en la familia Agnelli.
Io Sono LAmore se estrenó el pasado 21 de mayo.
Para: Los que vean todo el cine italiano que se estrena en nuestro país