El candidato Obama ganó las elecciones con su pacifismo por bandera. Desde que llegó a la Casa Blanca no hace otra cosa que aumentar sus tropas en Afganistán.

El señor Obama llegó a la Casa Blanca montado sobre la energía verde. Nada más llegar, decidido aumentar un 50% su parque nuclear de más de 80 redactores por la vía sencilla y poco llamativa de aumentar la vida útil de las centrales de 60 a 80 años. El señor Obama apoyó y multiplicó -una vez en el despacho oval- las ayudas a la banca en crisis y ahora quiere recuperar parte de ese dinero con un impuesto para esa banca.

Como buen demagogo -lo mismo le ocurre a su admirado Zapatero- Obama nunca concreta sus medidas. Casi 24 horas después del anuncio, el mundo sólo sabe que será un impuesto sobre la actividad bancaria, pero no sobre qué actividad.

Y esto es importante, es más, es lo único importante. Habrá que insistir en que un banco hace cosas buenas y cosas malas: las primeras son las que apoyan a la economía real, familias y empresas, las segundas son las operaciones especulativas, que no hacen otra cosa que fastidiar a la economía, especialmente todos los casinos financieros creados alrededor de los productos estructurados.

A mí no me gustan los impuestos: cuantos menos mejor. Ahora bien, el espíritu de James Tobin y su famosa tasa, no pretendía poner impuestos. Simplemente, proponía un gravamen por tener la única forma de desanimar al especulador, en este caso al cambista, dado que se refería al mercado de divisas. La Tasa Tobin no trata de recaudar, sino de que el ahorro se dedique a apoyar la actividad productiva, no a especular en la bolsa entendida como un casino. Las iniciativas de la Comisión Europea -en germen- así como el megalómano y no concretado anuncio de Obama obedecen al espíritu Tobin de lucha contra la especulación financiera: conviene aplaudirlo.

Simplemente, hay que distinguir entre las actividades bancarias buenas y las especulativas. Gravar a la banca, en su totalidad manifiesta, sería una gran estupidez. Lo que hay que gravar es el mercado secundario, especialmente aquella parte, como las paquetizaciones que no hacen otra cosa que crear liquidez... para el casino.

Eulogio López

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