Se está abriendo paso una nueva teoría científica cuyo postulado es el siguiente: la verdad justo en el lado opuesto en el que se sitúa ZP. Si el presidente del Gobierno español dice blanco, pueden asegurar que obtendrán su certeza en negro.

En primer lugar, ZP achaca a Rajoy no preocuparse de la identidad catalana. Precisamente cuando el líder del PP -al que han despabilado los suyos de su espléndida inacción- ha dicho algo lógico por vez primera en mucho tiempo: urge un pacto para reducir el gasto de las autonomías, conlleve o no menos autogobierno. ZP ha contestado que hay que profundizar en la identidad catalana.

Hasta ahora mismo, a ZP le ha importado siempre una higa que su compañero José Montilla se mantenga en la Presidencia de la Generalitat. Sin embargo, la debacle del Tripartito es de tal calibre que ZP empieza a preocuparse por el voto catalán en las generales, mucho más socialista que en las autonómicas. Por eso se ha lanzado a prometer más autogobierno a los catalanes, suponiendo que éstos quieren tal cosa, algo que yo dudo. Los catalanes, insisto, son unos sentimentales: no quieren más autogobierno -su clase política sí, claro, pero es que vive de ello- lo que quieren es que se les considere. Al común de los catalanes les gustaría una matrícula CAT para sus vehículos que una agencia tributaria y se sentirían más felices con una selección de fútbol catalán que con una Administración de Justicia autónoma.

En cualquier caso, ZP busca la identidad catalana. Pero hombre, si su antecesor en el liderazgo socialista, Felipe González, dice lo contrario. González es un personaje tan peligroso como ZP pero mucho más sensato. González asegura que el problema de hoy es que las ideas se han trocado en identidades, y que cuando la gente se preocupa de éstas y no de aquéllas, el mundo camina hacia el precipicio.

Tiene toda la razón: se puede ser marxista, liberal conservador, cristiano. Todos esos idearios, o ideologías, que ahora no me importa el distingo, ofrecen una cosmovisión, una forma de vida y ya sabemos que quien tiene un porqué para vivir acaba encontrando el cómo. La identidad no es más que un sentimiento que, además viene dado por nacimiento: soy español porque nací en España y me crié n España. Si hubiera nacido en Francia, sería francés.

Por tanto, jugar a política identitaria es una grossen chorradem entre otras cosas porque las reivindicaciones, como sentimiento que son, no convicción ni conclusión racional, como es un diario o una ideología, conduce al conflicto eterno. Vuelvo a citar a Felipe González, cuando, en plena transición, le preguntó al entonces lehendakari vasco Garaicoechea:

-Carlos, ¿hasta donde queréis llegar? ¿Cuál es el límite?

-Felipe -le respondió el aludido- éste es un proceso histórico.

Cuando supo que Garaicoechea no era sincero, González dejó de hablar con él para siempre jamás. Lógico.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com