Rabat aceptaba el periplo, pero no tras la decisión del juez de investigar las violaciones de derechos humanos de los saharauis

 

Al final fue Garzón. Al menos eso es lo que cuentan a Hispanidad fuentes diplomáticas, y su visión encaja con la celeridad con la que se comunicó a la prensa y al público el viaje de SSMM Los Reyes de España a Ceuta y Melilla (a Marruecos, que diría Pepiño Blanco).

El régimen de Mohamed VI no se oponía a la visita real y se conformaba con las habituales protestas en la prensa adicta, pero sin involucrar ni al monarca alauita ni a las instituciones marroquíes. También pedía que no se anunciara con mucha antelación, a fin de que los sectores más nacionalistas de su país no tuvieran tiempo para organizar el jaleo.

Ahora bien, ocurrió que el juez Baltasar Garzón irrumpió en escena y se declaró componente para estudiar los casos de saharauis torturados por Rabat. Ahí se rompió la baraja, y la baraka, porque claro, Mohamed VI no está como para distingos entre el poder político y el poder judicial españoles, que, para él, son una misma cosa. Eso fue lo que desencadenó el enfrentamiento.