• Desgraciadamente se trata del liberalismo progre, es decir, cristófobo.
  • Por la derecha, es José María Lasalle -alma laica- quien encabeza el homenaje a la Constitución de 1812… desde El País.
  • Y, por supuesto, homologa liberalismo con aborto, homomonio y escuela gubernamental.
  • Curioso, porque la Pepa declara que España es confesional católica y no permite ningún otro culto. Al parecer, ya sabían donde había acabado la ilustración francesa: en el genocidio de La Vendée.
  • Además, la PEPA recuperaba el concepto de soberanía nacional… que se niega en la Europa actual: Almunia critica a Rajoy por apelar a la soberanía española para flexibilizar el déficit.

Los liberales nunca han tenido mucho predicamento en España que ha oscilado entre el tradicionalismo y el comunismo. Entre otras cosas, porque el liberalismo español siempre se ha entendido como anticristianismo. Y lo ha sido: no hace falta más que recordar a prototipos liberales como Manuel Azaña, durante la II República. Y es que, hasta finales del pasado siglo XX, el pueblo español podía presumir de una fe muy arraigada.

A los cristianos españoles nos ocurre con el término liberal lo mismo que con el 15-M: lo suscribiríamos de buena gana pero siempre con el recelo de que, al final, liberales y perroflautas, sienten una irrefrenable tentación de dedicar sus mejores esfuerzos al arraigado deporte de incendiar iglesias.

En cualquier caso, aprovechado el ducentésimo aniversario de la Constitución de Cádiz (1812) todo el mundo, izquierda y derecha, PSOE y PP, se han vuelto peperos (de Pepa, no del PP). Las más altas instituciones del Estado se han marchado hasta la ciudad andaluza para conmemorar el ducentésimo aniversario de un texto constitucional que se adelantó a otras constituciones europeas en determinados conceptos como el de soberanía nacional emanada, y que ha reverdecido el liberalismo español.

Hasta ahí todo bien y a partir de ahí comienzan los problemas. Porque lo que se está festejando es el liberalismo de la Ilustración francesa, más libertario que liberal y más anticlerical que constructivo. El secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle –que se califica como alma laica- se ha lanzado al ruedo con una artículo en el diario El País, titulado "España quiere ser moderna e ilustrada", los dos adjetivos más vacuos para referirse al liberalismo. ¿Qué es ser moderno? ¿E ilustrado?

Por si no se le había ocurrido, el editorialista de El país sale en su ayuda, para explicarnos que uno de los puntos básicos de la ilustración consiste en la "separación ente la Iglesia y el Estado". Separación que la Iglesia ha aceptado siempre pero que el Estado siempre interpreta como la condena de la Iglesia al recinto privado de la conciencia: es decir, su censura de hecho.

Es curioso que el discurso cultural imperante en la celebración, que identifica a la Constitución del Cádiz con la ilustración no repare en que los constituyentes de Cádiz dictaron un texto liberal, cercados como estaban por las tropas francesas, es decir, por el Ejercito surgido de la ilustración francesa, que no acabó, cómo no podía ser de otra forma, al prescindir de la libertad cristiana, en la tiranía napoleónica. Eso sí, tiranía ilustrada.

Y no sólo eso: hablando de secularización, la Constitución de 1812 declaraba al catolicismo como la religión oficial del Estado con España como un Estado confesional católico. Es más, sólo se permitía el culto de la religión católica: ¡Toma ya alma laica!

En resumen, estamos conmemorando el liberalismo progre -nada que ver con la Pepa-, liberalismo progresista, es decir, más libertario que liberal: en nombre de la libertad, este liberalismo ilustrado promueve el aborto –se carga al débil- o el homomonio –contra los intereses de la familia que, como se sabe, resulta poco liberal para este tipo de liberales. Es el mismo liberalismo que financia la carísima y malísima escuela estatal frente a la privada y concertada, que es la más querida por los ciudadanos.

Y liberalismo capitalista, esto es, más preocupado de la empresa privada que de la propiedad privada. Un poner: entiende por liberal que las grandes superficies puedan abrir 24 horas al día, 365 días al año: la libertad de la zorra en el gallinero. La libertad total de horario constituye, por ejemplo, la punta de lanza de otra política pepera que se autotitula liberal: Esperanza Aguirre. La gran empresa es mejor que el autónomo y la pequeña empresa: es el liberalismo el que homologa a grandes y pequeños y en el que, por tanto, el grande se come al pequeño. Eso sí, en nombre de la libertad.

Este neoliberalismo progre también entiende que ningún banco puede quebrar y que los mercados financieros son el instrumento del libre mercado. Las consecuencias son obvias.

Otro elemento distorsionado de la Constitución de 1812: recupera el concepto de soberanía nacional… que niega en Europa. Sin embargo, en el mismo diario El País, misma edición, para no irnos más lejos, resulta que el comisario Joaquín Almunia critica a Rajoy por haber invocado la soberanía nacional española a la hora de decidir flexibilizar el acuerdo sobre déficit. Precisamente el basamento de La Pepa, cuya idea principal es que el poder radica en la Soberanía nacional, justamente emana del pueblo –aunque en aquellos tiempos se pensara el sufragio censitario-.

En definitiva, una celebración manipulada alrededor del concepto de liberalismo. Doctrina perfectamente compatible con el cristianismo si por ella entendemos la elevación de la persona y el individuo al rango más alto de todo tipo de organización social, económica o política, así como la libertad individual como criterio social prioritario.

Ahora bien, si por liberalismo entendemos relativismo filosófico –la verdad no existe- o la preeminencia de la empresa libre sobre el hombre libre, entonces no hay nada que hacer: no estaremos hablando de liberalismo, sino de capitalismo, o incluso de socialismo. En cualquier caso, de progre-capitalismo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com