Los grupos farmacéuticos que dieron lugar a Sanofi Aventis han mantenido una relación de amor-odio con la RU 486. Amor por los beneficios que suponía, odio por la mancha que los abortivos dejan en la reputación corporativa de una compañía. Así, el hecho de que Roussel Uclaf poseyera la patente de la píldora abortiva hizo a la empresa lo suficientemente atractiva como para que Hoechst posara en ella sus ojos. Sin embargo, en 1988 los grupos provida amenazaron con boicotear todos los medicamentos del laboratorio, lo que hizo que Hoechst frenara la venta de la pastilla abortiva. El Gobierno Mitterand obligó entonces a su distribución por razones de salud pública. La compañía farmacéutica aprovechó entonces para vender a los hospitales un producto basado en el mismo principio llamado Mifegyne.
Las dificultades para la aprobación de la píldora en Estados Unidos hicieron que Roussel Uclaf cediera gratuitamente la distribución al Population Council, una fundación promovida por John Rockefeller. Como se sabe, los Rockefeller es un clan muy preocupado por el crecimiento de la población mundial de pobres.
El Population Council dio la licencia para la fabricación del abortivo a Danco, un laboratorio creado ad hoc. Puesto que Danco se dedica a un solo producto es inmune a cualquier amenaza de boicot. Fuera de Estados Unidos Roussel Uclaf cedió los derechos a otro laboratorio monoproducto, también con la intención de evitar las amenazas de boicot. Se trataba de Exelgyn y su CEO era el anterior CEO de Roussel Uclaf, Édouard Sakiz. Su socio para la distribución en España son los laboratorios Vir, con sede en Alcorcón.
Para no perdernos en el laberinto de empresas y estrategias, volvemos al principio, a esa relación de los laboratorios con los productos abortivos. Si se trataba de una cuestión de principios, Hoechst podría haber acabado con la distribución de la RU 486. Pero no, la multinacional que dio origen a Aventis solamente tenía miedo de que su reputación corporativa se viera manchada y de perder dinero por el boicot de una población a la que le repugna el aborto. Porque nadie en su sano juicio puede apoyar un chute químico que provoque el sangrado vaginal para la expulsión del feto: tirar de la cadena y hasta el siguiente fin de semana.
Rodrigo Martín
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