Libertad, igualdad y fraternidad
Decía Chesterton que sólo hay tres cosas que la mujer no entiende: libertad, igualdad y fraternidad. Pero no se encabronen: era un elogio a la mujer y una crítica a la progresía revolucionaria francesa.
A saber: la feminidad, que no el feminismo, entiende la libertad pero sólo para el bien y para la verdad y tiene muy claro qué está mal y qué es mentira.
- La mujer es la que nunca se haría la pregunta de aquel gánster llamado Lenin: “Libertad, ¿para qué?”. A la feminidad poco le importa la libertad como capacidad de elección sino como medio de realización personal.
- La feminidad, que no el feminismo, rechaza, de pleno y de plano, la igualdad. Sabe que no hay nada más distinto que un varón y una mujer o, sencillamente, nada más distinto a una persona que otra persona.
- La feminidad, que no el feminismo, no entiende la fraternidad sino el amor, ascendente, descendente o paralelo: de padres, a hijos, de hijos a padres y de esposos o amigos. Y, sobre todo, la mujer sabe que no existe el amor fraterno, existe al amor sin apellido, y sabe que eso conlleva compromiso, entrega y donación. La mera hermandad sólo sirve para los discursos políticos.
La mujer no entiende la libertad ni la igualdad ni la fraternidad porque comprende las implicaciones de las tres y sabe que ninguna de las tres condiciones libertad, igualdad y fraternidad pueden ser máximas. Y, en caso de que lo fueran, si pudieran serlo… resultarían hasta peligrosas.