- El banco de Ana Botín deja de ser el chico bueno para las empresas en dificultades.
- No quiere riesgos y vacía de contenido la 'Ley Guindos' sobre capitalización de deuda.
- Por eso se ha marchado de Abengoa y de Isolux y ha obligado a Sacyr a vender el crédito de Repsol.
- La excepción al cambio de estrategia es Prisa, que sostiene con Telefónica, Caixabank y HSBC.
Limitar el riesgo todo lo posible. Es la nueva máxima del
Santander, que implica a su vez un cambio de estrategia del banco que preside
Ana Botín con las empresas en dificultades. El paso más sintomático ha sido el dado en
Isolux, al contrario del que dio en
Abengoa. Mientras con la tecnológica andaluza lo dio todo para evitar su quiebra, con Isolux ha hecho todo lo contrario: desmarcarse y propiciar la entrada de la ingeniería en
precuncurso de acreedores.
El cambio del Santander ha sacudido también, de otro modo, a
Sacyr, que se ha visto obligada a iniciar una
nueva etapa con la venta del crédito asociado a su participación en
Repsol.
Un antes y un después, por tanto, que da una pista de lo que puede suceder con otras empresas en fase de
refinanciación de deuda para salir del apuro.
Por igual motivo, el banco, que aguantó hasta el final el proceso de
reestructuración de Abengoa, dejó pasar unos días para ceder su posición de
principal accionista en manos del banco francés
Crédit Agricole (8,77%). Del 9,63% que mantenía en el capital, el Santander vendió el 7,2%. Su presencia queda en el 2,4%.
A la espera de lo que puedan hacer otros bancos, el
Sabadell también decidió vender su participación del 3,18%.
El paso del Santander, con todo, ha sido más dramático en Isolux. Decidió vender el 9,5% de su deuda a
Goldman Sachs, dejando la solución de futuro de la ingeniería en las manos de otros acreedores. En otras palabras, no sólo precipitó la entrada de la ingeniería en preconcurso, sino que ha obligado a
Fernández Cuesta a buscar entre otros bancos a quien cubra el
vacío dejado por el Santander. Tiene de plazo hasta el 5 de agosto pactar una inyección de unos 400 millones que la haga viable.
En resumen, el Santander deja de ser el
chico bueno para las empresas con problemas y termina con su política de
capitalizar deuda. Ha sido, cierto, una de las fórmulas de éxito de la
Ley Guindos para evitar los
concursos, pero el banco cántabro deja esa oportunidad para otras entidades.
La excepción la marca, una vez más, el
Grupo Prisa, donde se mantiene, a su pesar, con otros acreedores:
Telefónica y
Caixabank y
HSBC.
Rafael Esparza