- El párroco de Alepo, Ibrahim Sabbagh, relata el terrible drama que padece la comunidad cristiana en esa ciudad: "Parece que esté teniendo lugar el Apocalipsis".
- Además de comida, "ahora también faltan agua y medicinas, porque los yihadistas controlan su distribución e impiden su llegada".
- El padre Ibrahim traslada un mensaje de fe y esperanza en Cristo, a pesar del brutal asedio de los yihadistas.
"Parece que esté teniendo lugar el Apocalipsis". Así ilustra
Ibrahim Sabbagh el terrible drama que padece la
comunidad cristiana en Oriente Medio, acorralada por los envites de la guerra y el asedio brutal de los yihadistas. Sabbagh es el párroco de Alepo, en Siria, una ciudad asolada por la lucha encarnizada de las tropas de
Bachar Al Asad con el
Estado Islámico (
EI). Este fraile franciscano subraya que la guerra está lastrando a toda la población: "Veo el sufrimiento de Jesucristo en la humanidad de
Alepo, tanto en cristianos como musulmanes".
El padre Ibrahim es el encargado de gestionar el transporte diario de agua a 35 familias. Ibrahim reconoce que están inscritas a este servicio más de "500 familias", pero su equipo de trabajo solo cuenta con unos pocos camiones cisterna. Además, Ibrahim Sabbagh tiene que hacer también de "enfermero, vigilante... y, solo en último lugar, sacerdote". "Pero esto es bonito porque mi hábito ha sido hecho para ensuciarse al servicio de los demás: esta es nuestra vocación cristiana", subraya este párroco en una emotiva conferencia recogida por
Zenit.
"Los terroristas aquí lo destruyen todo, hasta impiden la llegada de agua y medicinas, pero nosotros ofrecemos nuestro sufrimiento por su salvación, rezamos por ellos, los perdonamos", ha dicho el fraile. Esta actitud revela una profunda fe y esperanza en
Cristo, y su mensaje ha terminado por calar también entre las personas de distinta religión. Ibrahim lo ejemplifica con este esperanzador relato: "Hace pocos días llegó un musulmán al pozo de la parroquia donde distribuimos el agua. Hay colas largas, pero la gente espera y sonríe. Él había recorrido Alepo en busca de agua, y vio que en otros sitios las personas matan por obtenerla. Al rato, me dijo al oído, en voz baja: 'Padre, estoy maravillado porque veo gente distinta, llena de paz y de gloria'".
El padre Ibrahim es consciente de que su presencia en esa tierra hostil "es una misión": "No nos rendimos: amamos, perdonamos y seguimos por este vía crucis, aunque no sea precisamente un paseíto". Por último, el párroco recuerda que su "razón para vivir y morir es Jesús", y por eso cada día está "más lleno de gratitud".
Daniel Esparza
daniel@hispanidad.com