Consejo de Ministros del martes 30 de junio. La portavoz, María Jesús Montero, no entiende esa pregunta insistente de quién llama a quién. O sea, si Sánchez debe coger el teléfono y llamar a Pablo Casado o si el otro debe hacerlo con el uno. Para negociar los presupuestos y eso. Pues Marisú, es sencillo: se trata de que el presidente es un poco chulito.

Pero antes nos explica que se cumplen 15 años del momento en que España se convirtió en uno de los primeros países en legalizar el matrimonio homosexual: “Un paso de gigante”. Nuevos derechos: la sociedad española va por delante de sus prejuicios. Y hasta de sus juicios, Marisú.

Genialidad Montero: el estado de alarma “sólo” ha generado una leve restricción del derecho de libre circulación. O sea, que los reclusos tiene todos sus derechos intactos: sólo les restringen la movilidad

Y a todo esto, seguimos sin saber qué condiciones pone Europa a España para recibir los fondos bruselinos para la reconstrucción de Europa.

Pedro Duque, titular del Ministerio de Ciencia preconiza que entre en 6 y 12 meses habrá una vacuna contra el coronavirus.

Duque asegura que en España ya hay una docena de desarrollos de vacunas. Cinco de ellos ya tienen el “candidato” a vacuna, es decir, que ya han comenzado los ensayos en animales. Luego vendrán los ensayos clínicos con personas.

¿Y el caso Dina, en el que se le ha visto el plumero a Pablo Iglesias? Este Gobierno no habla de juicios porque respeta mucho a los tribunales. Al menos a algunos

Atención a la genialidad Montero. El estado de alarma “sólo” ha implicado cierta restricción de la libertad de movimientos. Y alguna restricción al derecho de reunión. Y eso es lo único. El resto de libertades constitucionales ha quedado inmutable: “se ha mantenido íntegro el conjunto de derechos constitucionales”. Y fíjense que algunos pensábamos que al impedir la libertad de movimientos se suprimían de un plumazo los derechos de reunión, de manifestación, de libertad de culto, y hasta los derechos de libertad de expresión, de trabajo, de todo. Es como si a un preso condenado a cadena perpetua le aseguran que no ha perdido ninguno de sus derechos: sólo el de movilidad.