El Papa Prevost hablaba en una reciente Audiencia general de los miércoles, del 'perdón preventivo', locución que tiene su gracia. Quiere decir que, aunque el perdón es para quien lo pide, la víctima puede y debe perdonar sin esperar al arrepentimiento del verdugo. Sí, el cristianismo es así de exigente. Ergo, ¿puede haber perdón sin arrepentimiento? Puede y debe, y es la condonación que más cuesta.

Pero volvamos a la fórmula de San Juan Pablo II: no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. En efecto, no toda violencia es ilegítima y existe la santa ira. Sin justicia no puede haber paz. Y en cualquier caso, aunque no existieran ni lo uno ni lo otro, lo cierto es que la injusticia genera enfrentamientos y que una paz injusta no deja de ser una paz frágil y transitoria. 

El tercer escalón también es vital: ¿Por qué no puede haber justicia sin perdón? Pues por la fragilidad y la miseria son humanas. No sé si saben que no somos perfectos y que, de vez en cuando, actuamos con muy mala leche. Sí, usted también. Por tanto si el agraviado no perdona, se hace realidad el sarcasmo de que el único remedio contra el rencor es la amnesia.

No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. Y el perdón preventivo, sin arrepentimiento, puede resultar imprescindible.

Pues bien, toda esta terapia se hace práctica en las guerras, sobre todo en las más mediáticas: Gaza y Ucrania. Venganza judía por el salvaje ataque terrorista de 7 de octubre de 2023, venganza del grupo terrorista Hamas que pone como escudo a sus propias mujeres y niños, siguiendo la costumbre de los musulmanes, para quienes la guerra es una cuestión de familia. Hamas exhibe ante las cámaras de TV el hambre -verdaderamente terrible- de los gazaries y la crueldad israelí contra sus población civil gazarí... pero continúa sin liberar a los rehenes judíos, a los que somete a tortura, mientras aumenta el hambre de sus propios deudos, intentando hacerse con los alimentos dirigidos a la población.

En todo caso, mal, por los judíos, mal por Hamas. O introducimos el perdón o nunca saldremos de la espiral de violenvia y muerte.

En Ucrania, entran en conflicto un Vladimir Putin que cree en el bien y en el mal pero que tiene el orgullo nacional, ese virus procedente del fascismo, cuya definición es la adoración de la nación. Si se libera de la diosa madre Rusia, Putin resultará más occidental, más cristiano, que Merz, Starmer, Macrón o Sánchez, quienes definitivamene no creen en nada. Bueno, sí, el que no cree en Dios sólo cree en sí mismo. Por su parte, en Ucrania, Volodímir Zelenski tampoco habla de perdón ni de justicia, y casi ni de paz. Su lenguaje es más bien el de la venganza.

En todo caso, no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. Y sí, el perdón puede y debe ser preventivo: con arrepentimiento o sin él. El resto no son más que tontunas diplomáticas. O sea, mera estupidez. León XIV apunta hacia el perdón preventivo. Por ahora, no conozco a otro.