El nuevo Papa León XIV nos tiene a todos pendientes de decisiones que aún no ha tomado y que a lo mejor no toma nunca. No, no me refiero a los estatutos del Opus Dei, que también, sino a los nombramientos que se suponía iba a hacer... mientras mantiene a todo el equipo del Papa Francisco. Incluyo aquí a los dos cargos clave de la Secretaría de Estado y de prefecto del Santo Oficio... más importante éste que aquel. En la Secretaría de Estado permanece el cardenal Pietro Parolin y en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal Víctor 'Tucho' Fernández.
Ambos, ojo, a medio gas, a la espera de ratificación en el cargo. León XIV fue nombrado Papa el 8 de mayo: ya hemos superado los cinco meses como Sumo pontífice. Y el juicio sobre su papel se vuelve extraordinariamente difícil porque, desde que subió al Trono de Pedro, no hay mucho por lo que juzgarle. Y ahora, encima, acaba de nombrar señor de la Ciudad del Vaticano al ultraprogre cardenal-arzobispo de Chicago, Blase Cupich.
Sabemos, eso sí, que su prioridad es la unidad de la Iglesia, por eso, aunque Francisco dejó una Iglesia dividida, él defiende su tarea, al tiempo que enarbola gestos para decir que, si bien Francisco fue un buen Papa, él no es Francisco. Por ahora hablamos de cuestiones menores, pero muy visibles, como al regreso a los apartamentos papales, tras la desventurada aventura de Santa Marta, o el cuidado de las vestimentas litúrgicas, sobre las cuestiones medulares de la Iglesia en el momento sabemos... que no podemos juzgar a León XIV porque León XIV se lo toma con toda la calma del mundo. A lo mejor hace bien, no lo sé, pero esto es lo que hay.
Sabemos, eso sí, que el Papa Prevost suspira por la unidad de una Iglesia, en verdad dividida en el siglo XXI. Eso es bonísimo, naturalmente y, como ya hemos dicho en Hispanidad, sólo tiene un peligro: que degenere en el dos más dos igual a cinco.
No se trata de incurrir en la estupidez del dos más dos, asegurando la postura consensual de que dos más dos son cinco, sino de recordar la verdad eterna de que dos más dos son cuatro. Habrá que repetir que unidad sí, pero alrededor de la verdad, no del consenso. La Iglesia no es democrática porque la rige Cristo, y entre el Creador y la creatura no puede existir otra cosa que la obediencia. En uso de la libertad personal, sí, pero obediencia de la criatura al Creador.
Por otra parte, Chesterton decía que si algo es orgánico, viviente, "no se puede dividir sin causarle la muerte". La Iglesia es un ser vivo, orgánico, nada menos que el Cuerpo Místico de Cristo, y no se puede desgajar sin provocarle la muerte. Especialmente es cierto esto en el caso de la Iglesia que no puede morir ni va a morir.
La mente más brillante del siglo XX decía esto en alusión a los católicos que se tomaban la fe por partes: esto sí, esto no, religión a la carta, que le dicen. Pero todas las reflexiones de Chesterton van siempre mucho más allá: lo aplico a la actual Iglesia dividida que sin embargo no puede morir. Lo aplico, en suma, a que León XIV no tiene que ser el Papa de todos, tiene que ser el Papa de Dios.
Por cierto, similar postura a la que el propio Papa León nos soltó a los periodistas en nuestro Jubileo: el periodismo no debe guiarse por el consenso, sino por la verdad.
En cualquier caso, el peligro de León XIV sigue siendo el mismo: dos más dos son cuatro.










