Aunque el ilustre y documentadísimo excura Juan Arias aún no se haya enterado, el Evangelio no dice que los Magos fueran Reyes, ni que fueran tres, ni que se llamaran Melchor, Gaspar y Baltasar. Lo que dice es que procedían de Oriente.

Es más, el año del nacimiento de Cristo probablemente no fue el año cero, sino el año seis a.C. Quiero decir que el Evangelio es el libro más documentado de toda la historia pero dice lo que dice, y no podemos achacarle lo que no dice o lo que es deducción o tradición oral posterior.

En la Navidad de 2020, Arias intentó convencernos de que Dios no existe y en la de 2021, en otro alarde de originalidad, nos certificó, como evidencia científica, que Jesús estuvo liado con María Magdalena, una tesis tan novedosa que sin duda habrá hecho saltar de asombro al lector de El País, suponiendo que quede alguno.

A lo que estamos, Papá Noel no existe, los Magos de Oriente sí existieron. Se supone que eran astrólogos-astrónomos, es decir, sacerdotes de aquella religión mazdeica donde había muchos expertos en astronomía.

Y todo esto importa poco si no contemplamos lo que representan Melchor, Gaspar y Baltasar (tranquilo, Juan, nadie ha dicho que se llamaran así) en la salvación de la humanidad y en la historia misma. No me refiero a que representen a las tres clases de la humanidad, la apertura a los gentiles o cualquier de las otras muchas cosas que representan. Lo importante es que los magos de Oriente llegaron a Dios a través de una ciencia con un aporte de superstición, ciertamente, pero no desaprovecharon su oportunidad. Ahí fue donde recibieron la llamada y, atención, respondieron a ella.

Y el drama continúa 2022 años después. Y entonces, cabe sospechar que el hombre se ha vuelto sordo, porque la apostasía generalizada en la que vivimos no se explica si es cierto que la llamada sigue existiendo. Y es cierto.

Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente han representado muchas cosas, me temo que hoy representan a demasiada gente: una mayoría vive hoy como si Dios no existiera, una minoría como si le odiara. Nunca habíamos caído tan bajo.