Esto de los menas, de los niños a los que debemos ayudar por razones humanitarias, según el Gobierno español, se ha convertido en una de la grandes mentiras -y mira que tiene competencia- del Sanchismo. 

Lo explicaba muy bien Carlos Caldito. Lo de los menas constituye una mentira humanitaria, la peor de todas, porque se supone que si no pones tu voz -tus manos, no, claro que eso sería mucho pedir- en ayudar a los menores, que muchos no lo son, eres un insolidario, probablemente ultra.

Pues bien, hay que desmontar esta colina de embustes. Lo primero: Ni los menas son niños, muchos de ellos son adultos y otros son adolescentes o jóvenes. Lo que usted entiende por niños, no se dedica a violar mujeres. Y las violaciones de españoles por parte de inmigrantes ilegales no son precisamente excepcionales. Insisto: muchos no son niños, son adultos, los niños no violan mujeres. 

Más mentiras: ni todos los menas son niños ni los niños violan a mujeres

En segundo lugar, la mejor labor solidaria que puede hacerse con un menor es devolverle con sus padres, a su país de origen, que es donde debe estar y, si se puede ayudarles a crecer y formarse en su tierra. ¿Acogerles en España? Sólo a aquellos a los que quiera adoptar una familia española. Porque un menor necesita antes que nada, una familia. ¿Quiere usted ser solidario? Adopte un mena. Gobierno, ¿quieres ser solidario? Posibilita que los niños, en su país o en España, vivan en un ambiente familiar, no en centros hacinados donde no van a aprender mucho bueno.

El desarrollo no consiste en emigrar. Eso sólo es ingeniería social, un fenómeno que ha marcado las mayores crueldades de la historia. A esto colaboran las ONG de recogida de inmigrantes en el mar, a las que tanto aplaudimos

El desarrollo económico no se consigue con la emigración, no consiste en emigrar. La emigración, de suyo, es malísima. Sus efectos son los mismos que los de la ingeniería social, un fenómeno que ha marcado las mayores crueldades de la historia. A esto colaboran las ONG de recogida de inmigrantes en el mar, a las que tanto aplauden en la tele.

Suspirando por los menas migrantes y sin medir su entrada ni liquidando a las mafias de carne humana, no estamos haciendo otra cosa que crear los modernos mercados de esclavos, que acaban enterrados en el Mediterráneo o subsistiendo, cuando no delinquiendo, como parias en nuestras calles. 

Con la inmigración ilegal, estamos creando los nuevos mercados de esclavos, que acaban enterrados en el Mediterráneo o subsistiendo, cuando no delinquiendo, como parias en nuestras calles

¿Tan difícil es darse cuenta de que con la inmigración ilegal estamos forzando a muchas de esas personas a delinquir? Hoy en el mejor de los casos, pasan de una desesperación física a otra emocional.  

Y sí, hay que detener la inmigración ilegal, no la legal. Al emigrante legal hay que ayudarle a integrarse y al ilegal devolverle a su país de origen... y ayudar económicamente a esos países. Con los adultos: emigración organizada. No es tan complicado.

Porque esto no es sentimentalismo, es cinismo, un cinismo que está creando los nuevos mercados de esclavos. 

¿Tan difícil es ver la realidad?

Hay que detener la inmigración ilegal, no la legal. Al emigrante legal hay que ayudarle a integrarse y al ilegal devolverle a su país de origen... y ayudar económicamente a esos países. No es tan difícil 

La inmigración ilegal permitida constituye la gran estafa de nuestro tiempo. En España la utiliza la izquierda como muestra de su superioridad moral... la superioridad moral fundada en una esclavitud disfrazada de solidaridad.