Como ya contamos en Hispanidad, haciendo uso del venenoso concepto de sinodalidad, los obispos alemanes se alzaron para destruir la Iglesia, sí la mundial. Francisco resistía y recibió la ayuda de los obispos polacos, quienes en una carta corregían duramente a los alemanes y, de paso, les daban una más que merecida clase de catequesis.

 Ahora son los obispos de Suecia, Finlandia, Noruega, Islandia y Dinamarca los que se han unido a los polacos y han dedicado una carta al presidente de los obispos alemanes, Georg Bätzing.

La Conferencia Episcopal de Escandinavia ha mostrado su preocupación por el desarrollo de la Asamblea Sinodal germana, señalando que deben estar en comunión con el resto de la Iglesia y que hay enseñanzas inmutables de la propia Iglesia.

"Debemos respetar los límites establecidos por los temas que representan aspectos inmutables de la Iglesia", en cuestiones como la identidad sexual, el celibato sacerdotal o la ordenación de mujeres, afirman en la carta. Y señalan: "La Iglesia no puede definirse simplemente como una comunidad visible. La Iglesia es un misterio de comunión del hombre con el Dios trino, comunión entre los fieles, comunión de todas las Iglesias particulares con el Sucesor de Pedro".

Y a estas críticas se ha sumado el cardenal Walter Brandmüller, quien reflexiona en Kath.net, tachando la sinodalidad alemana como el “ateísmo dentro del cristianismo”, llega a advertir que los germanos "no mencionan a la Trinidad", y se pregunta: “Surge la pregunta aterradora: ¿Realmente los obispos que han participado en el proceso de toma de decisiones no se dieron cuenta de que estaban en abierta contradicción con las verdades de fe que habían jurado repetidamente preservar fielmente y proclamar con santo juramento?” 

E insistimos, ¿Por qué no excomulgamos a todos los obispos alemanes? Si ellos pretenden el cisma, ¿por qué no adelantarnos? Así no se separarían ellos, sino que serían expulsados y Roma los sustituiría por sacerdotes fieles al Magisterio y a Pedro