"Bárbaros tecnológicamente avanzados", decía Chesterton de los alemanes, aunque es verdad que el británico distinguía entre Alemania y Prusia, más o menos lo que luego sería la República Democrática Alemana (RDA), o sea comunista. Pues tal parece, este mes de febrero amenaza con convertirse en el mes del cisma eclesial alemán, que tiene mucho más de bárbaro que de tecnológico.

A ver, Sínodo de los obispos teutones: de entrada, Gerhard Marx nos suelta que los curas deben casarse "no sólo por razones sexuales (¿en qué estará pensando su eminencia?) sino porque sería mejor para sus vidas porque no estarían solos". 

Una razón profunda que recuerda el chiste de Eugenio, gran teólogo catalán:

-¿Usted qué opina de que los curas se casen?

-Hombre, si se quieren, si se quieren...  

Los obispos teutones han hecho suyo el viejo aforismo de todo buen hereje: los papas pasan pero yo permanezco

Pero la fiebre febreril, cosa que no ha hecho más que empezar, no podía estar completa sin la aportación del germanófilo y presidente de las conferencias episcopales europeas, inefable obispo cardenal de Luxemburgo, jesuita, naturalmente, Jean-Claude Hollerich, (jesuita, digo, o sea, como el jesuita de la teología del pingüino), quien daba un pasito más y aconsejaba al Papa que levantara la condena que el catecismo de la Iglesia Católica, y la Iglesia, desde hace 2.000 años, y el mundo, desde que se conoce la civilización, realiza de los actos homosexuales. Ojo, no del homosexual, a quien el cristiano debe tratar con afecto, sino de los actos homosexuales, que el Catecismo de la Iglesia define como antinaturales. 

Es decir, pretendía modificar el catecismo de 1992, el vigente en la Iglesia católica, la obra magna de San Juan Pablo II el Magno, en cuya redacción, por cierto, el veleidoso monseñor Marx participó.

Y todo ello después de la repugnante calumnia, verdadera contumelia clerical, que otros obispos alemanes han lanzado contra su compatriota Joseph Ratzinger, un linchamiento que, por su hipocresía no revuelve ni la cabeza, ni tan siquiera el corazón: revuelve el estómago. Además, ya he dicho que con el calumnioso ataque contra Benedicto XVI lo que se pretendía era atentar contra el honor del Cuerpo Místico. A partir de ahora va a haber que distinguir entre los obispos alemanes que creen en Dios y los que no creen en Dios. 

Hay muchos 'sinodales', mismamente en Germania, que lo que pretenden es arrebatarle el timón al Pontífice, lo que, en román paladino, quiere decir esto: haré lo que me venga en gana, querido Papa

Pero el desmadre germano no acaba aquí. Pretende ahora una cosa originalísima, la ordenación de mujeres y otra igual de buena: la de los obispos elegidos por el pueblo. Sí, esto segundo estaría anclado en la tradición eclesial, lo primero no, pero no durante mucho tiempo, dicho sea de paso, y sobre todo, cuando el pueblo cristiano creía en Dios y amaba a Cristo.

De acuerdo, ahora también los hay que aman a Cristo, pero quiero decir que entonces se nacía cristiano y ahora tienes que hacerte cristiano... porque el ambiente de la era moderna no es que sea anticlerical, es que es cristófobo. Cuando la Iglesia fue creciendo hubo que marcar quién manda en la Iglesia, que no es otro que el Papa. Lo digo porque varios, demasiados, obispos alemanes han aprovechado lo de la sinodalidad para traducirlo con el viejo aforismo de todo hereje: los papas pasan pero yo permanezco.

Miren ustedes, cuando el Papa habla de sinodalidad está pidiendo ayuda a obispos y fieles para que le ayuden a llevar la barca de Pedro a buen puerto, pero hay muchos sinodales, mismamente en Germania, que lo interpretan como la ocasión para arrebatarle el timón al Pontífice, lo que, en román paladino, quiere decir esto: haré lo que me venga en gana, querido Papa.

Una pregunta: ¿Por qué no excomulgamos a todos los obispos alemanes? Digo, si ellos pretenden el cisma, ¿por qué no adelantarnos? Así no se separarían ellos sino que serían expulsados y Roma los sustituiría de la noche a la mañana por sacerdotes fieles al Magisterio y a Pedro. 

Es una idea, considero que apropiada para bárbaros tecnológicamente avanzados y demasiado ensoberbecidos.