Mañana domingo, 14 de abril, se celebra el octogésimo octavo -con perdón- aniversario de la instauración de la II República española. Como el poder actual, el de 2024, está empeñado en instaurar la tercera, conviene advertir de estos asuntos al desavisado. 

Naturalmente, por supuesto, qué duda cabe, la alabada II República no se instauró gracias a una victoria democrática en las urnas, dado que las elecciones locales de 1931 no las ganaron las izquierdas. Los regímenes que nacen para la mala leche, no suelen nacer inmaculados, se lo aseguro. Pero es igual: el caso es que el Rey Alfonso XIII cometió el error de marcharse -y eso que era mucho mejor rey que su bisnieto Felipe VI- y los progres de la época aprovecharon para tomar el poder y dedicarse al pillaje, la extorsión, la profanación y la violencia. O sea, a lo suyo.

Algunos amigos y lectores de Hispanidad me reprochan que hable demasiado de la posibilidad de una III República, considerando lo mal que ejerce su cargo el actual Rey de España, Felipe VI, convertido en un don Tancredo, cruzado de brazos ante un país al borde del abismo. 

Pues respondo que la posibilidad de una instauración de una III República española, algo perfectamente posible con don Pedro Sánchez, resultaría grave, al menos por razones parecidas a las de la sagrada unidad de España. Sí, sagrada. 

Me explico: vivimos en un país muy especial: un país, y una civilización, la hispánica, que no se entienden si no es por la fe católica que fue la que configuró España y lo que la mantiene en vida. Por tanto, ¿la unidad de Alemania, pongamos por caso, es un bien moral? No. Su ruptura podría ser una tragedia política pero no un mal moral. Sin embargo, la unidad de España sí es un bien moral por la precitada naturaleza y, según la cual, España es la nación que ha contenido (en Europa) y ensanchado (en América) la fe católica... que siempre ha llegado hasta donde llegaban las armas españolas. España detuvo la expansión musulmana en las dos orillas sur de Europa, detuvo la expansión luterana y, en el siglo XXI, la revolución comunista por toda Europa occidental. 

En resumen, España no se entiende sin la fe en Cristo y por tanto, la unidad de España es un bien moral. Y el odio a Cristo que han supuesto nuestras dos experiencias republicanas, completa el cuadro.

Ahora bien, ¿la monarquía española es otro bien moral? ¿No te estás pasando, Eulogín? Me justifico: soy muy consciente de que en la actual dinastía ha habido pocos reyes dignos del nombre de católicos. De hecho, el mejor rey de toda la historia de España ha sido Isabel I de Castilla, seguida de sus descendientes: Carlos I y Felipe II. 

Entre los borbones me cuesta citar a Isabel II y a Alfonso XIII... y no lo hago sin esfuerzo. Pero todos ellos aún mantenían la idea de que la monarquía española era monarquía católica... o no era nada. 

Por eso creo que el mantenimiento de la monarquía, cada vez menos católica, ciertamente, con el actual monarca Felipe VI... es un bien moral. Sí, ya sé que el actual rey de España es algo ateo: es un hombre religiosamente tibio y moralmente puritano pero con estos bueyes hay que arar.

Una III República creo que desnaturalizaría aún más la civilización cristiana, esto es, la civilización europea, en la que hemos marcado la pauta durante siglos.

Por eso me parece tan importante impedir la llegada de esa III República, a la que aspiran, no Pablo Iglesias o Yolanda Díaz, sino el propio Pedro Sánchez, al que nada le gustaría más que convertirse en presidente de la III República Española. Moncloa ya se le queda pequeña: aspira a Zarzuela.

Y mientras todos estos sucedidos acontecen, el Gobierno Sánchez, con un ministro como Ángel Víctor Torres, que el pobre se aburre mucho, ha decidido -viernes 12- que hay que clausurar la Fundación Francisco Franco. En cuanto tiene un problema electoral o de simple popularidad, el Sanchismo saca a pasear al Franquismo. Pues ya metidos en harina...

Franco fue un autócrata, ciertamente, pero no fue un asesino, ni es comparable con un Hitler, un Stalin o un Mao. Simplemente lanzó un golpe militar porque la situación, con el democrático Régimen de la II República, se había vuelto imposible. Con decirles que te mataban por entrar en una iglesia... aunque eso sí, te asesinaban unos demócratas, no unos fascistas dictatoriales. Es muy distinto. Cinco años antes del famoso golpe de Estado del 18 de julio de 1936, insisto, apenas un mes después de declarado el muy democrático régimen de la II República (14 de abril de 1931), ya ardían conventos en Madrid mientras socialistas, comunistas y separatistas (entonces también anarquistas) justo los que sostienen hoy a Sánchez en el poder, el Frente Popular, para entendernos, se habían convertido en bandas de asesinos. 

La gota que colmó el vaso es cuando unos sociocomunistas, alguno de ellos ligados directamente al socialista Indalecio Prieto, asesinaron al jefe de la oposición, José Calvo Sotelo y tiraron su cadáver en el muro del cementerio de la Almudena. Franco acabó con todo aquello y si yo hubiera tenido 20 años en 1936, me hubiera echado al monte con Franco. De otra forma, me hubiesen matado por no pensar como Zapatero o como Sánchez.