Con una nación viviendo en permanente guerracivilismo, ahora llamado polarización, con un presidente del Gobierno que ha apostado por el Frente Popular, muy similar al de 1936, es decir, formado por socialistas, comunistas y separatistas, el jefe del Estado, a la sazón su Majestad Felipe VI, no se mueve. Es como si la actualidad, rabiosa, del país no fuera con él: se dedica a repartir despachos y diplomas a lo largo de España, mientras los españoles se enfrentan entre sí cada día con más saña... siguiendo el ejemplo de los políticos.

Y es que el monarca continúa convencido de que la única forma de permanecer en el cargo, de mantener la dinastía, consiste en no mojarse: se equivoca de medio a medio. 

Su esposa, doña Letizia Ortiz, no es que ayude mucho. Algunos de sus críticos aseguran que es republicana. Probablemente, pero eso importa poco. El problema de doña Letizia es su espantosa concentración en sí misma, una obsesión por su persona que echa por tierra la capacidad probada de la dinastía, sí, también de los Borbones, por el servicio al pueblo. Ahora, la Reina consorte ha cambiado al jefe de su Casa, de la Casa de la Reina, un militar, por la primera mujer que ocupará dicho cargo, por otro lado inexistente, porque la Casa de la Reina, como tal, no ha existido jamás. Pero como estamos hipnotizados por el falso concepto de igualdad, dejémoslo estar. El caso es que la abogada del Estado, con gran experiencia en el Ministerio de Agricultura y últimamente en el Ministerio de Educación, María Dolores Ocaña, es la sustituta. En cuanto se conoció la noticia, grandes loas por ser la primera mujer que ocupa el puesto, que no el cargo. A lo mejor es bueno, si recordamos aquello de Chesterton: "Si quieres saber cómo es una mujer no la mires a ella, puede que sea demasiado lista. Tampoco mires a los hombres que le rodean, puede que sean demasiado tontos. Mira a otra mujer que esté a su lado, a ser posible una que esté a sus órdenes: en ella podrás ver su verdadero reflejo.

El monarca debe recuperar, no sólo la iniciativa, sino la iniciativa de la España católica. Traducido: tiene que ser más humilde y más libre

En cualquier caso, su esposo, el Rey de España, Felipe VI, debe recuperar, no sólo la iniciativa, sino la iniciativa de la España católica. Traducido: tiene que ser más humilde y más libre. Humilde, porque los mejores Reyes de España son los que no presentan una hoja de servicios libres de tachones. Los monarcas españoles, precisamente, se caracterizan por equivocarse, arrepentirse y recomenzar. Pero la divisa del Reinado de Felipe VI se resume así: "Que nadie me pille en un renuncio”. Es decir, un modo de comportarse muy protestante y poco católico. Ya saben, si no eres un sinvergüenza auténtico te conviertes en un auténtico sinvergüenza.

Y continúa pendiente la repatriación de su padre, el Rey Juan Carlos I, antes de que muera en el exilio: eso sí supondría el fin de la monarquía, porque añadiría la miseria a la inacción

Y continúa pendiente la repatriación de su padre, el Rey Juan Carlos I, antes de que muera en el exilio: eso sí, supondría el fin de la monarquía, porque añadiría la miseria a la inacción. La inacción se le puede perdonar, la miseria de dejar morir a su padre en el Golfo Pérsico, no se le perdonará. Y nadie le va a disculpar por el hecho de que su esposa le presione para permitir que su suegro muera lejos de su casa y de su patria. A ningún español normal le servirá eso como disculpa.