Tengo al presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, por uno de los grandes intérpretes de la sociedad de la información, que es la definición más certera del siglo XXI. En cierta ocasión le pregunté si era posible crear un Google español. Su respuesta fue: esa batalla la perdimos hace 25 años. Solo le faltó añadir: una batalla tecnológica más perdida por Europa frente a Estados Unidos y, ojo, frente a China. 

Curiosamente, Juan Villalonga, antecesor de Pallete y de Alierta en la Presidencia de Telefónica, entre 1997 y 2000, pretendió crear Google con Terra-Lycos. Y pudo ser un éxito porque era el momento adecuado, pero don Juan no quería crear un buscador en español sino comprar algo ya instalado y, encima, con un carácter especulativo. 

Resulta que la especulación ha forjado muchos millonarios, pero no ha forjado nada duradero, se lo aseguro. 

Y da un poquito de rabia, porque la misma red Internet, que de eso hablamos, no es un invento norteamericano sino europeo... viejo continente que ahora pinta menos que un gitano en un juzgado en el mundo tecnológico actual y en la sociedad de la información, donde todo es, o bien gringo, o chino pero copiado del gringo.

¿Qué es Internet? Una cosa muy simple: no es más que un ordenador conectado con otro por teléfono. Es decir, Internet es el matrimonio de la informática y la telemática. La informática es eso que ahorra espacio, la telemática es eso que ahorra tiempo. La unión de ambas ahorra tiempo y espacio: por eso Internet se ha impuesto con tanta celeridad. 

Los buscadores no sólo son lenguaje, también son convicciones, cosmovisiones e ideología. Un buscador único -Google- significa que existe un pensamiento único

Pues bien, aunque es verdad que algunas universidades USA, así como el propio ejército estadounidense, mariposeaban con la idea de conectar ordenadores, la primera conexión entre computadores (1980) es obra de un inglés y un belga: Tim Berners-Lee y Robert Cailliau, los creadores de la World Wide Web (WWW) o telaraña mundial. Los gringos simplemente hicieron lo que siempre hacen: robar las ideas de los demás, darles forma de negocio... y registrar las patentes realizadas por otros. Luego, los chinos llevarían esta práctica a plenitud.  

Esto es: creo que el señor Pallete tiene razón, ahora bien, perder una batalla no significa perder la guerra. Yo creo que España, como cabeza de Hispanoamérica y de más de 500 millones de hispanohablantes, puede y debe cerrar su propio Google, entre otras cosas porque Google es un repugnante monopolio y porque un buscador, y toda la red Internet, la marca de nuestra era,  no es sólo lenguaje: también es pensamiento e ideología,... y ahora tenemos un monopolio Google, convertido en emisor del pensamiento único del Nuevo Orden Mundial (NOM), además de censor universal de la anticristiana corrección política de hoy. 

Y debe ser un Google católico -sí, he dicho católico- porque el buscador gringo es mucho más que un buscador: es el actual censor universal, además de parásito de la información que elabora la prensaladrón de la publicidad de los medios, a los que ha condenado a la miseria.

Ahora mismo, Google se ha convertido en el más peligroso liberticida del siglo XXI, además del verdugo de la prensa

En resumen, España -y toda Europa, pero este es triste consuelo de tontos- ha perdido la batalla. El segundo idioma más cuajado del mundo, debe tener su propio buscador porque Intente es, antes que nada, lenguaje. Y debe ser lenguaje con ideario católico porque el cristianismo es -lo ha sido siempre y casi siempre victorioso- la única filosofía, la única cosmovisión que puede oponerse a lo políticamente correcto hoy en día: ese panteísmo momio y ese ecologismo woke de majaderías como la adoración a la diosa Gaia y de autodeterminación de sexo, con los que  la humanidad se rige en el momento presente y que supone el ciclo histórico más deprimente de la historia del pensamiento humano.

El viejo campesino aseguraba que "Dios nos ha dado la palabra para ocultar el pensamiento". Pues eso: hagamos un Google, en español y en cristiano, que ofrezca todos los traductores del mundo pero con una impronta de pensamiento cristiano y en lengua española. 

Resulta tan importante como urgente.