Reivindiquemos a la mujer, ensalcémosla, pero como madre, no convirtiéndola en objeto de burla o en objeto de uso
Uno de los catedráticos de Derecho romano más reconocidos del siglo XX fue Álvaro d'Ors, autor de una pequeña joya titulada 'Derecho y Sentido Común', un título, por cierto, extraordinariamente apropiado: la sofisticación del derecho suele dar lugar a un derecho bastante torcido.
D'Ors murió un mes antes del 11-M (febrero de 2004), así que probablemente no tuvo que sufrir a Pedro Sánchez, le bastó con Zapatero. Pero era tan sabio que prefiguró el 'nosotros y nosotras', el 'todos y todas', y hasta el 'gilipollas y gilipollos' de don Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Escuchen al jurista catalán:
Dice D'Ors: "Solo una moda injustificada de nuestro tiempo parece exigir que se hable constantemente de 'hombres y mujeres', como si la omisión del segundo término fuera algo menos honroso para la mujer, siendo así que, en el género 'hombre', o 'humano', se halla siempre comprendida la especie 'mujer' y no es necesario referirse a ella expresamente excepto cuando se trata de distinguir, por el sexo, entre varones y hembras, como es necesario hacer cuando se trata precisamente de matrimonio, pues éste presupone la unión de un varón con su mujer".
Cuando hablan de todos y todas, española y españolas, los "feministos " se están burlando de la mujer
Y ojo al dato porque, además, hablar de hombre y contener en ese género a la mujer no sólo no es menospreciar a ésta sino elevarla. Continúa Álvaro d'Ors: "En esta relación, el protagonismo es, evidentemente, el de la mujer, que se hace madre y por eso se habla 'de matrimonio', en contraposición a 'patrimonio'. Porque una cosa es el protagonismo de la madre en la perpetuación del género humano y otra distinta la función de responsabilidad patrimonial que tiene el padre como administrador de la tierra que Dios dio al género 'humano'". Sinceramente, nunca había reparado en el significado original de la palabra matrimonio, que viene de madre y no de padre.
A ver, Pedro Antonio Sánchez, dos cuestiones. No hace falta hablar de ellos y ellas porque en ellos está incluido ellas, dado que, tanto el varón como la mujer, son hombres, son género humano.
No es de extrañar que el personaje más egregio de toda la raza humana, el ser que hace chirriar los dientes al mismísimo Satán, sea una mujer-madre
Dos: es estúpido hablar de 'matria' en lugar de patria como hace su amiga la 'fashionaria' Díaz, porque matrimonio viene de madre, dado que la mujer constituye la pieza fundamental en el fin fundamental del matrimonio y de la sociedad entera: la procreación y, con ella, la perpetuación del conjunto del género humano, hombres y mujeres.
Así que lo de todos y todas, ellos y ellas, nosotros y nosotras, españoles y españolas es sencillamente propio de gilipollas... y de gilipollos. Incluso esta última chorrada resulta más caballerosa que el progre-feminista todos y todas, dado que en gilipollas y gilipollos, al menos, el femenino va por delante.
Y todo esto es así, no por machismo, sino por etimología. Recuerden: matrimonio viene de madre y la maternidad es función reservada por la naturaleza a la mujer, verdadera sublimación del género humano. En la humanidad no hay nada más sagrado que la mujer, que perpetúa al hombre sobre la faz de la tierra.
En la humanidad no hay nada más sagrado que la mujer, que perpetúa al hombre sobre la faz de la tierra
No es de extrañar que el personaje más egregio de toda la raza humana, el ser que hace chirriar los dientes al mismísimo Satán, sea una mujer-madre.
Reivindiquemos a la mujer, ensalcémosla, pero como madre, no convirtiéndola en objeto de burla o en objeto de uso. Recuerden que cuando los poderosos quieren llamar imbécil a sus súbditos le califican como "pueblo soberano". De igual modo, cuando los poderosos quieren estafar a la mujer le hablan de "todos y todas". Y a las feministas, encima, les encanta sentirse dominadas por estos 'feministos'. Sí, en el feminismo hay mucho de masoquismo. Además, toda mujer inteligente sabe que es el cristianismo, es la Iglesia, es Cristo, quien valora a la mujer como lo que es: la estrella de la creación, la protagonista del "genio femenino” del que hablaba san Juan Pablo II.