La jornada parlamentaria del pasado jueves refleja de forma nítida la actual situación política española, que puede resumirse así: el Sanchismo no se sostiene. El PSOE ha perdido esta semana al menos 10 votaciones en un solo día, porque los mismísimos ministros de Podemos votaron en contra de Sánchez. Sus socios indepes, los que le llevaron a La Moncloa, temen la llegada de Feijóo pero, al mismo tiempo, necesitan mantener contento a su electorado... que les exige renegar de Sánchez. Una contradicción que sólo el majadero de Gabriel Rufián logra ver como coherente.

El Ibex ya está pensando en el postsanchismo. Pero la gran empresa y los grandes bancos son cobardes. Esperarán el cadáver de su enemigo

A Pedro Sánchez se le está poniendo cara de Zapatero: abocado a marcharse por la puerta de atrás, sin tan siquiera presentarse a las próximas elecciones. Eso sí, dejará a España en la ruina.

El tejido económico, el Ibex, como dirían en Podemos, ya está pensando en el postsanchismo. Pero la gran empresa y los grandes bancos son cobardes. Esperarán a ver pasar el cadáver de su enemigo, pero la convicción es general, Sánchez está tocado y su hundimiento puede ser lento, como el resistente aferrado al poder que es, o puede ser abrupto, exactamente igual que ZP, quien un día parecía el más firme del universo y al otro se derrumbó y ni tan siquiera se presentó a unas elecciones porque sabía que estaba quemado y que ya no se podía ocultar la ruina económica del país. Pues don Pedro, igual.

El sucesor del socio-podemismo deberá afrontar una ajuste aún mayor que el que afrontó Rajoy

Lo malo es que el sucesor del socio-podemismo deberá afrontar un ajuste aún mayor que el que afrontó Rajoy. La herencia de Sánchez es letal: una deuda disparada que hay que pagar, desde el 1 de julio, a precio de oro, el mayor paro de toda la OCDE y unos impuestos laborales que ahogan la inversión, la contratación y el emprendimiento.

Lo peor de todo: si el relevo es PP-Vox, será la derecha progre del PP quien se coma a Vox, no al revés

Pero lo peor de todo es que si el relevo es PP-Vox, será la derecha progre del PP quien se coma a Vox, no al revés. Ante la nueva etapa, Santiago Abascal tiene un problema: necesita elegir entre las dos almas de Vox, la cristiana y la nacionalista. Mejor que elija la primera o acabará en el centro-reformismo pepero.