Capitalismo y socialismo son dos cabezas de la misma hidra. Al menos por dos razones: porque el debate no está entre lo público contra lo privado sino entre lo grande contra lo pequeño y por lo de Chesterton: qué más me da que todas las tierras del Condado sean propiedad del Estado o sean propiedad del Duque de Sutherland: el caso es que a mí no me toca ni una migaja. 

Que es lo mismo que recordar que la propiedad privada es como el estiércol, estupendo y fructífero... siempre que esté bien repartido y no amontonado en las mismas manos. 

La inflación no se arregla con más imposición sino con más producción, justo a lo que se oponen los ecologistas

Y así es como llegamos a Davos 2023, ese aquelarre anual suizo, donde los millonarios del mundo tratan de explicarles a los pobres cómo deben evitarlo. Estas reuniones siempre me recuerdan lo de aquel periodista norteamericano que definía Davos de esta guisa: "Los ricos no entienden por qué los pobres, cuando sienten hambre, no tocan la campanilla para que acuda el servicio".

Pero lo de este año ya ha superado todas las expectativas. Davos es un aquelarre de filántropos y nuestras primeras preces del día deben consistir en pedir al Padre Eterno que nos libre de los filántropos, todos ellos muy mala gente disfrazados de buenas personas. Ahora bien, cuando encima la práctica se eleva a teoría, cuando la filantropía se convierte en estudios de onegeros, entonces sí que podemos darnos por perdidos. 

Davos significa ricos progresistas que, en nombre de la lucha contra la pobreza, inventan nuevas fórmulas para seguir esquilmando a la clase media: a usted y a mí

El aquelarre de Davos para 2023 ha venido inducido por el estudio de Intermón-Oxfam al que aludía Pablo Ferrer en Hispanidad el pasado lunes 16. Resulta que la ONG de origen jesuita -para más inri- asegura que lo que hay que hacer para luchar contra la inflación y la desigualdad es subir los impuestos: ¡Toma ya!

En primer lugar, la inflación procede de un incremento de la demanda a la que no puede responder la oferta. Por tanto, subir los impuestos -en tal caso sería bajarlos- no reduce la inflación, causa de la desigualdad actual. 

De hecho, aumentar los impuestos no ayuda a la igualdad, dado que los impuestos proceden de ese dinero que nos roban los políticos y del que, desde el momento mismo del robo, perdemos todo control. Los políticos, esa casta que vive como millonarios con el dinero ajeno, hacen lo que les viene en gana con nuestro dinero. Todo impuesto es una confiscación de la propiedad privada.   

Pero es que, además, la inflación se combate con producción, incrementando la oferta. Y ahora resulta que los chicos de Davos, los políticos como Pedro Sánchez (un progre), los millonarios como Jeff Bezos (otro progre) y los onegeros de Oxfam (archiprogres), la nueva teología de la liberación, es decir, tres grupos de progres, nos dicen que tendrán que aumentar los impuestos para luchar contra la inflación. Es decir, que van a continuar robándonos en nombre de la igualdad, sólo que ahora más: ¡Toma ya!   

El Foro Mundial de Davos constituye una mentira permanente, una mentira por año, pero siempre con los mismos protagonistas: ricos progresistas que, en nombre de la lucha contra la pobreza, inventan nuevas fórmulas para seguir esquilmando a los pobres, que en el siglo XXI son la mayoría, antes conocida como trabajadores y que hoy constituyen la clase media: usted y yo.

En cualquier caso, los impuestos ni combaten la inflación ni la desigualdad pero, eso sí, fomentan la pereza. La vagancia no es más que cruzarse de brazos esperando que el Gobierno venga a salvarte... con el dinero de los demás.

Y ojo, la inflación no se arregla con más imposición sino con más producción, justo a lo que se oponen los ecologistas.