La doctrina cristiana no es algo aprovechable para la mejora de la oscuridad. Es, sencillamente, la verdad. Recuerden la razón aducida por Edith Stein para su conversión al catolicismo, provocada por la lectura de santa Teresa de Jesús: "Esta es la verdad". 

Por eso, a mí, de las o único que me interesa es si son ciertas o falsas. Si vienen de Dios o del iluminado de turno. El resto es secundario. Ahora bien, antes de entrar en el Santo Oficio, conviene recordar la pega que siempre me ponen los aspirantes a teólogos a cuenta de los hechos extraordinarios y, en especial, en este tiempo de María que es el mundo moderno, de las revelaciones extraordinarias y de lo extraordinario en general. La 'pega' oficial podría resumirse así. Con el canon bíblico se cerró la revelación de Dios al hombre. Antiguo testamento, Evangelio y Nuevo testamento. No son necesarias otras revelaciones. 

Ahora bien, si esto fuera así nos estaríamos cargando toda la historia de la mística, todas las revelaciones privadas de 20 siglos, todos los milagros y otros sucesos extraordinarios, todo el santoral y alguna cosilla más que ahora mismo no recuerdo. ¿Y no nos estaríamos cargando a todos los profetas y santos que han bramado contra jerarcas eclesiásticos indignos, dado que las mayores aberracciones siempre se cometen al lado del altar? Sí, la revelación ha concluido, pero la historia del mundo, no, es la historia de la libertad y es la historia de la salvación… no, esa no ha concluido.

Pero centrémonos en las apariciones marianas. En mayo de 2024, el inefable prefecto del Dicasterio para la doctrina de la fe, don Víctor Fernández, más conocido como el cardenal Tucho, publicó el documento sobre discernimiento de presuntos -lo de presuntos ya ha dado alguna pista- fenómenos sobrenaturales. Lo he dicho siempre: Tucho es un fenómeno.

Al parecer, al Santo Oficio del inefable Tucho, le importan poco si las apariciones de la Virgen María son verdaderas o falsas, que es lo único que importa a todo hijo de vecino con una cabeza sobre los hombros.

Lo que le importa es el provecho espiritual que puede sacarse del tal "fenómeno", llámese Garabandal o Medjugorje. El asunto lleva a preguntarse cuándo el nuevo Papa nombrará a un nuevo prefecto para la doctrina.

Pero, más allá de personalismos, sería interesante saber, qué digo saber, concluir, si lo que realmente estamos haciendo es censurar a la Madre de Dios, con argumentos propios de un estudiante de primer trimestre de primero de teología moral. Porque lo que no cabe duda es de que si la Madre de Dios ha multiplicado los hechos extraordinarios que le tienen como protagonista es, sencillamente, y tal y como Ella Misma ha advertido en multitud de mensajes, es porque le preocupa la situación de sus hijos: resulta que Santa María es Madre de Dios y también madre Nuestra.

A lo mejor, el documento vaticano de 2024 necesita algo más que alguna enmienda. A lo mejor necesita una nueva redacción con derogación y promulgación de una nueva.

Es curioso, no he escuchado ningún rumor al respecto. 

Apariciones marianas: a ver si resulta que son más importantes de lo que creíamos. A ver si nos enteramos: a este mundo podrido y anciano, o le salva la Madre de Dios o se va a la porra.