• Esperar y ver: si la alternativa del 15-M neoyorquino y global es la vuelta a la cristofobia, entonces que les den morcilla; si se trata de acabar con la especulación financiera, me apunto.
  • Despierte, doña Angela: Occidente ha pasado de la democracia a la plutocracia.
  • El gran pacto Rajoy-Rubalcaba y el nuevo PSOE: Felipe, Rubalcaba y Javier Solana.
  • Teresa y Karol: la solución frente a la crisis.
  • Los tradicionalistas no acuden al 20-N; los principios no negociables, tampoco

15-M español. Origen del movimiento de los indignados, le perdió el repugnante sectarismo hispano. En 72 horas pervirtió su noble lucha contra la economía financista y se trufó de los elementos más liberticidas de la sociedad actual: el feminismo abortista, los cristófobos que pretenden cargarse la libertad religiosa –sin la cual no hay democracia-, vagos que pretenden cargarse la propiedad privada sin la cual no hay libertad y desesperados –es decir, relativistas-, que no creen en otra cosa que en sus caprichos del momento, que cambian al momento siguiente. Es decir, otro movimiento basado en "ideas cristianas que se han vuelto locas", como diría Chesterton.

La modernidad es especialista en crear maravillas un día y pervertirlas al día siguiente. Eso ha ocurrido con la ONU, que nació con la Declaración de los Derechos del Hombre y acabó siendo un ente dedicado a los nuevos derechos –por ejemplo a la salud reproductiva- es decir la conculcación de los derechos humanos en nombre del derecho y la justicia.

Lo mismo ocurrió con el derecho internacional, espléndido invento para luchar contra las tiranías… convertido hoy en el mejor instrumento del Nuevo Orden Mundial para imponer su diabólico intento de detener los avances de la ley natural en cada país soberano.

El 15-M lo mismo. Nació en Madrid y propagó sus primeras 72 horas de vida, maravillosas, por todo el mundo contra la economía financista. Ahora ha llegado a Nueva York para luchar contra la  economía financista. Esperemos que no se pervierta.

Por el momento, los indignados de Nueva York han conseguido el apoyo de Lech Walesa, el electricista que, en seguimiento de su maestro, Juan Pablo II, destruyó la tiranía comunista. Su sensibilidad contra la injusticia, forjada en los astilleros Lenin de Gdansk, le hace ver que la fuerza motriz de los indignados Wall Street es noble: se trata de acabar con el capitalismo financiero, lo que Wojtyla bautizó como neoliberalismo o economía financista como antes se acabó con el comunismo.

Walesa ha invitado a Obama a unirse a los acampados. No lo conseguirá porque Obama es un progresista y los progres son capitalistas de la peor estofa. Gritan: "Aborto libre y ahora ya podemos forrarnos de dinero". ¿Acaso no fue Obama quien salvó al sistema financiero norteamericano con dinero de todos, es decir, que salvó a los ricos con el dinero de los pobres?

Hay manifestaciones en 650 ciudades del mundo contra ese capitalismo financiero. Ahora bien, ¿Se pervertirá el movimiento anti-financistas en manos del Nuevo Orden Mundial y sus lobbies? En esta historia de la crisis aún no se ha escrito el final. Si la alternativa del l5-M neoyorquino y global es la vuelta al marxismo y más cristofobia, entonces que les den morcilla. Si se trata de acabar con la especulación financiera, entonces me apunto.

Despierte, doña Angela: Occidente ha pasado de democracia a plutocracia

La semana que concluye ha supuesto un punto de inflexión en el tratamiento de la crisis. Pero la curva del cambio se resiste.

Centrémonos en doña Ángela Merkel, la canciller alemana. Dos noticias buenas y una mala. Empecemos por la primera. Llevamos cuatro años de crisis, provocada por la feroz especulación financiera que tiene controlada la economía real y seguimos empleando dinero público para "rescatar" deuda soberanas y bancos quebrados. Al final, Merkel cae de la burra y se niega a seguir rescatando a Grecia –y extorsionando a los griegos- y comienza a hablar de la quita, es decir, de quiebra: si los griegos no pueden pagar los inversores tendrán que perder. Eso es lo que debió hacerse hace mucho tiempo. Mejor que los especuladores pierdan dinero –ya han ganado mucho- a que los griegos se mueran de hambre.

Segunda buena noticia: la canciller se apunta a la Tasa Tobin, considerada hasta hace poco como una propuesta de radicales majaderos. No puede ser que la intermediación financiera, las manos muertas del siglo XXI, sigan provocando miseria y paguen menos impuestos que cualquier otra actividad empresarial. No me gustan los impuestos, cuantos menos mejor, pero es la única manera de pararle los pies a los comisionistas financieros que trabajan con el dinero de los demás.

Y ahora vamos con la mala noticia de Merkel. Al tiempo que decreta la quiebra como única solución a la llamada crisis del euro, da un giro de 180 grados y exige un plan de recapitalización de los bancos europeos, ya capitalizados con dinero público tres años atrás: ¿En qué quedamos? Si la deuda soberana puede y debe quebrar, lo mismo debe ocurrir con los bancos. Llevamos cuatro años salvando bancos y a este paso el salvamento será eterno. Recuerden: comer, rascar y sanear todo es empezar: aclárese señora canciller.

Ángel Ron, el presidente del Banco Popular ha alzado su voz contra esta recapitalización. Es consciente de lo que eso significa: premiar la mala gestión bancaria y tropezar otra vez en la misma piedra.

Comienza la reunión de ministros de Finanzas (muchos de ellos ya han cambiado el nombre de ministro de Economía por el de ministro de Finanzas, cambio harto significativo) del G-20. Esperemos que se alce una voz que pronuncie estas sencillas palabras: el banco quebrado debe quebrar. De otra manera, seguiremos en lo que estamos: Occidente ha pasado de democracia a plutocracia.

Toda la doctrina social de la Iglesia se condensa en la lucha contra la plutocracia o gobierno de los ricos, en nombre de la radical igualdad dignidad de todos los hombres, en cuanto hijos del mismo Dios-Padre. Pues eso.

La gran coalición Rajoy-Rubalcaba y el nuevo PSOE: Felipe, Rubalcaba y Javier Solana

Cuando Mariano Rajoy llegue al poder, aunque lo haga por mayoría absoluta, tiene pensado pactar con el PSOE, una gran pacto de Estado en materia económica y autonómica. Esta es la historia clave de las elecciones generales del 20-N. ¿Me gusta? No, pero me temo que es necesario. No me gusta porque acentuará el duopolio, es decir, se reducirá el pluralismo y porque ambos partidos, PSOE y PP, no son más que progresismo de izquierdas y progresismo de derecha, ambos anticristianos.

Y ahí está el nuevo PSOE. Rubalcaba sabe que va a perder las elecciones pero quiere mantenerse como jefe del PSOE, cerrando el paso a la frívola de Carme Chacón, apuntada al soberanismo y abanderada de la ideología de género.

Por eso Felipe González y Javier Solana, las dos puntas de lanza del felipismo, están apoyando al derrotado Rubalcaba y proponiendo el pacto PSOE-PP. No, ese pacto no supondrá una regeneración de España, porque ninguno de los firmantes cree en los valores no negociables, pero al menos servirá para detener la disgregación cainita del país y el guerracivilismo en el que nos ha instalado estos ocho años de Zapaterismo.

Los tradicionalistas no acuden al 20-N

La Comunión Tradicionalista y Carlista (CTC) ha decidido no presentarse a las elecciones generales del 20-N. Merece la pena leer sus razones.   

Llevo años dedicado a la noble tarea de tocarles las narices a mis amigos carlistas, aconsejándoles que retiren la "C" final del acróstico CTC. Aplaudo su tradicionalismo, porque lo que no es tradición es plagio, porque si el niño es el padre del hombre, los pueblos son descendientes de su pasado y, también, porque, a la postre, la tradición es la democracia de los muertos y los muertos jamás se equivocan. Lo de carlismo me parece una cuestión dinástica que me dice poco, pero mi sugerencia no ha obtenido eco en la CTC. No alcanzo a comprender la razón.

La CTC lleva no sé cuantos comicios intentado una coalición electoral con otras fuerzas políticas que defienden los valores no negociables que concretara Benedicto XVI: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común. Yo me permito la no muy canónica licencia de añadir la libertad religiosa como quinto precepto no negociable para un católico, pero reconozco que éste no fue el anunciado del Papa. A lo mejor se le olvidó.

Yo mismo he estado metido en alguna melé para intentar una candidatura conjunta de esas fuerzas y supongo que mi presencia aseguró el fracaso de la iniciativa: mi capacidad de convocatoria política es muy similar a la de una vaca de Teverga.

Pero el problema sigue siendo el mismo. Un católico consecuente no tiene cabida en ninguno de los partidos parlamentarios actuales, por la sencilla razón de que todos ellos negocian con los principios no negociables.

Y el problema del voto católico en coherencia se queda sin resolver.

Teresa y Wojtyla: la solución frente a la crisis

La crisis económica ha traído pobreza para los más –y riqueza inconmensurable para los menos- pero su consecuencia  más peligrosa ha sido la confusión de todos. Y ya se sabe que la confusión provoca melancolía.

El sábado 15 de octubre la Iglesia 'celebra' a Santa Teresa de Jesús, aquella castellana andariega que, tras caerse de la mula y dar con su hábito y sus huesos en el barro oyó una voz que le decía: "Así trato yo a los que quiero". A lo que ella respondió: "Por eso tenéis tan pocos amigos, Majestad". El mensaje de la santa más española y con más redaño lo dejó escrito en un solo verso "Sólo Dios basta". Un buen consejo contra la confusión.

El domingo 16 de octubre, los católicos recordamos la elección, el trigésimo tercer aniversario de la elección de Karol Wojtyla como nuevo Papa, Juan Pablo II. Gran estudioso de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, el Papa que cambió el mundo, actuó a lo teresiano: le bastó Dios para derribar la mayor tiranía que haya conocido la humanidad, el comunismo.

Su mejor biógrafo, George Weigel, cuyo libro no llegó hasta el año 2000, se ha visto obligado a escribir otro volumen, subtitulado "el Final y el Principio" con lo ocurrido entre ese año y la muerte del Papa más querido, en 2005. En él narra los últimos años de la vida del hombre que cambió el mundo, tarea para la cual prescindió de toda estrategia política o ideológica: simplemente confió en Dios. Nadie hizo tanto con tan pocos medios.

Weigel resalta una idea que quizás ha sido poco reseñada, sobre los métodos del papa polaco: fue un triunfador que, sin embargo, siempre renunció a la violencia. Juan Pablo II batallaba con palabras, sin levantar la mano, pero jamás cedía ante el enemigo y éste, pertrechado con todas las armas militares, políticas, económicas y mediáticas, acababa siempre por enarbolar bandera blanca. Vamos, que nos enseñó cómo se lucha contra la crisis, a lo pacifista. Para ese tipo de guerra se necesita ser un héroe.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com