Emocionante: el telediario de la II edición del domingo, presentado por David Sincero ponía en escena la detención de una secta satánica.

La verdad es que no era secta, sino satánico, y la verdad es que de diabólico tenía poco: se trataba de un estafador que utilizaba el nombre de Satán. Lo cual siempre es peligroso, porque al Maligno no le molesta que no le tomen en serio. Pero se trataba de un simple trilero, porque a Satán, como espíritu puro que es (sí, puro en su naturaleza, sin materia) el dinero le interesa más bien poco.

Satanismo es otra cosa. Satanismo es lo que pudo contemplarse un día antes en la norteña ciudad de León. Los hechos ocurrieron el sábado 14 cerca ya de la medianoche, en la calle Ancha de León, la misma que desemboca en la catedral. Un grupo de adolescentes, calculo que ninguno superara los 16 años, llevaban sobre los hombros a chica de rostro angelical vestida con una toca, un perfecto traje de religiosa. En la mano, la susodicha lleva una cruz bien tallada, de medio metro de longitud, a cuyos brazos habían adosado dos enormes penes asimismo bien diseñados. Se habían tomado sus molestias al poner en marcha el artificio incluso con un SPQR, quizás porque el escarnio no es síntoma de sabiduría ni de conocimientos históricos.

Esto es satanismo, David Sincero. Algo siniestro está ocurriendo para que a un grupo de adolescentes organicen una bestialidad semejante. Algo está ocurriendo, sí, y el asunto no se explica como una falta de respeto a las creencias ajenas o un atentado contra el derecho a la libertad religiosa: es mucho más. Un espectador, atónito ante el espectáculo, repetía eso mismo: ¡Pero, ¿qué es esto?! Unos críos majaderos son incapaces de ponderar lo que su acto implicaba. Simplemente, son un producto del ambiente, de la misma forma que la ingesta desmesurada de alcohol pone al borracho en ridículo y le hace decir y hacer lo que no pensaría ni haría con la cabeza en su sitio. Vivimos en una sociedad cada vez menos libre, salvo cuando se trata de masacrar al Cristianismo, según el principio, nunca explicitado pero sí muy comprendido por Satán, de que el cristiano no es el que cree en Cristo sino el que ama a Cristo. Dicho de otra forma, Satán y sus chicos, los conscientes y los majaderos, saben dónde hacen daño. Porque uno puede imaginarse a un par de adolescentes jugando a los médicos. Meneas la cabeza y sigues adelante deseando que maduren pronto. Pero ¿esto?: Esto es otra cosa, mucho más grave.

La respuesta a la pregunta del atónito espectador, al ¿qué está pasando aquí? estaba en el evangelio de esa misma jornada litúrgica, ya comenzada en la noche del sábado. Lo de la calle Ancha de León preludia lo que se nos viene encima. Y sinceramente, cuanto antes mejor: ¡Ven, Señor, no tardes!

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com