Siempre en defensa del consumidor, la FACUA, la más progre de las organizaciones de consumidores, se dedica a fomentar con entusiasmo la delación ciudadana contra los fumadores.

Fíjese si estará mal vista la declaración, aunque lo proponga la ministra Pajín, que hasta su jefe de filas, Rodríguez Zapatero, no se atrevió a responder a la pregunta de Gloria Lomana en A-3 TV, sobre si delataría a un fumador. Prefirió salir por la tangente.

Esto es en lo que ha acabado el modernismo progre. Aunque la cosa empezó antes, porque ya hace muchos lustros que Chesterton definía de esta guisa a la sociedad actual: Donde nosotros -los cristianos- decimos que un elemento social es peligroso o dudoso, que hay que vigilarlo, que tal vez, en alguna ocasión, hay que reprimirlo, aquello  que se llamaba mente moderna siempre gritó, con voz de trueno, que había que prohibirlo. El partidario de la ley seca dice que no debe haber vino; el pacifista, que no debe haber guerra; el comunista, que no debe haber propiedad privada; el partidario del secularismo, que debe haber práctica religiosa.

Ochenta años después de que se escribieran estas palabras, sólo falta cambiar el no debe haber por prohíbase, eso sí, por ley y con el apoyo de policías y fiscales.

Y saben, en el mundo existen dos tipos de personas, las buenas y las malas. Las buenas son las que no denuncian al prójimo ni ante los tribunales ni ante la policía. Y si el bueno denuncia lo hace siempre en legítima defensa, a partir de una agresión.

Eulogio López

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