El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu (en la imagen) se envuelve en la discordia y ha roto el arco parlamentario al aprobar su gabinete, este domingo, tres versiones de la "Ley Fundamental: Israel como el Estado-nación del pueblo judío", que depende del visto bueno último del Parlamento. El miércoles comienza el debate.

El texto fue apoyado por los partidos de derechas, Likud, Israel Beitenu y Casa Judía, y rechazado por seis ministros de los partidos Hatnua (de la titular de Justicia, Tzipi Livni) y Yesh Atid (del ministro de Finanzas, Yair Lapid). Como ven, un guirigay.

Los ministros de los partidos centristas creen que el texto es "equivocado" -e incluso "racista"- al dar primacía al carácter judío del país por encima de su naturaleza democrática. Por eso se opusieron en una acalorada discusión en el gabinete y amenazan con llevar su negativa al Parlamento (en forma de rechazo o abstención), lo que implica que sean removidos en sus carteras ministeriales.

Netanyahu, más sionista que creyente, piensa en clave política. No encuentra una fórmula mejor para neutralizar el creciente apoyo en numerosos países occidentales a la creación de Estado palestino (el Parlamento español lo hizo la semana pasada) y, por otro lado, quiere aumentar las facilidades de todo tipo para el 'retorno' de muchos judíos que viven en otros países. La ley es necesaria, explicó, porque muchas personas están desafiando la idea de que Israel es el hogar nacional del pueblo judío. Ahí está la clave.

Pero la idea del primer ministro choca también con la propia realidad interior del país. Hay que tener en cuenta que en Israel viven no sólo judíos y de religión judía, sino otras muchas personas. Hay un millón y medio de árabes y casi dos millones de personas que no profesan la religión judía (un 25% de la población). Todos votan en las elecciones.

Netanyahu deja una 'patata caliente' en manos del comité legislativo. La aprobación depende del Parlamento. Posiblemente lo que Netanyahu pretende no es otra cosa que dejar muy claro, aunque sea inoportunamente, que Israel sigue siendo el hogar nacional del pueblo judío. Dice que hay igualdad de derechos para todos sus ciudadanos, "pero solo hay derechos nacionales para el pueblo judío: una bandera, un himno, el derecho de cada judío a inmigrar a Israel y otros símbolos nacionales". Es ahí donde choca con la mitad del país.

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