Gracias a la exclusividad monopolística de los derechos de la Liga de fútbol, consiguió Jesús Polanco que no se viniera abajo su TV de pago. Así, con el monopolio del fútbol, y más tarde con el monopolio de la TV de pago, PRISA-Sogecable conseguía monopolizar, además, la compra de productor audiovisuales en España a las grandes productoras internacionales.

Tras Polanco, surge el segundo conglomerado socialista de TV, con la Sexta. Veamos: el pasado lunes 21, Mediapro decidía otorgar los derechos de retransmisión de la liga de fútbol a La Sexta canal del que Mediapro es el segundo accionista (tras Televisa, que no manda nada) y mandamás mayor del reino. Hasta ahora, un partido de liga lo retransmitían los canales autonómicos públicos en abierto; ahora será La Sexta, y, para mayor pitorreo, el único canal autonómico que también podrá emitir partidos de liga en abierto será el catalán TV3 que es, por pura casualidad, accionista de Audiovisual Sport, formada por Sogecable, TV3 y Mediapro. Vamos, que todo queda en casa.

Ya hemos dicho que el gran problema de la televisión española consiste en que la industria televisiva ha nacido sin la tradicional medida antimonopolio de separar a productores y emisores. Así, el nuevo canal socialista, La Sexta, ha sido creada por dos productoras ligadas al Gobierno Zapatero, como son Globomedia y Mediapro, la primera está dirigida por José Miguel Contreras, asesor de imagen de Rodríguez Zapatero, la segunda es propiedad de Jaume Roures, el hombre que lideró al mundo del espectáculo contra el Gobierno Aznar cuando la guerra de Irak. Estas tácticas monopolísticas de la Cuatro y La Sexta preocupan a las dos otras grandes cadenas privadas, A-3 TV y Tele 5. Tanto la Cuatro como La Sexta están siendo un fracaso de audiencia pero su control de la producción y de los derechos de emisión les permiten seguir adelante e incluso obligar a la competencia a perder audiencia o a comprar los espacios más prometedores a precios desorbitados.

En resumen Polanco y Roures dirigen dos monopolios, aunque, eso sí, dos monopolios progresistas.