Hispanidad publica de continuo una criba de las encuestas políticas que realizan distintas agencias, citando siempre la autoría, como es de justicia. En todas ellas, desde hace meses, se percibe la misma tendencia: Juan Español está calando ese fraude -eso sí, un fraude guaperas, que diría Isabel Rodríguez- y de convocar ahora elecciones generales, las perdería. 

Con un añadido: Sánchez es uno de esos políticos más temido que amado entre sus propios votantes (a lo mejor Rodríguez tiene razón en lo de la envidia al guapo), es decir, el tipo de político al que, cuando cae en desgracia, nadie acude a socorrerle.

Por eso se prepara su futuro en Europa, allá donde le conocen de vista. En España, desde luego nadie le concederá refugio un día después y, menos que nadie sus correligionarios o coaligados que viven de él, no para él.

¿Y Vox? Liberado de la excentricidad de Macarena Olona, es el momento de que Santiago Abascal dé un paso al frente

Ahora bien, todo esto resulta bastante lógico: Sánchez es el personaje que ha perpetrado la barbaridad -esta sí, barbaridad histórica- de meter a los comunistas en el Gobierno de España, entre otras cosas porque es incapaz de palpar lo que representa el comunismo. En el caso de Sánchez, su retórica es superior a su dialéctica, su inducción más fuerte que su deducción y su inteligencia -que no tengo claro lo que es- superior a su sabiduría... que sí sé lo que es.

Pero, ojo, todo lo que vive, muere y antes de morir, decae y se corrompe. El Sanchismo está decaído y corrompido, pero no muerto. Por eso ahora mismo resulta más peligroso que nunca. Sus últimas leyes -eutanasia, más aborto, mas liberticidio, más pereza en las escuelas, invalidación del mérito y deprecio del esfuerzo, desprecio del riesgo, perversión de menores, animalismo y una política económica esclavista (limosnas a cambio de sumisión)- corren el riesgo de perpetuarse... si sube al poder alguien tan melifluo como Alberto Núñez Feijóo. La historia de la democracia española nacida en 1978 es la historia de una izquierda resentida aún por la guerra civil que perdió, que sube al podio y empieza a promulgar todo tipo de bestialidades. Ejemplo típico: en 1985 González perpetra la barbaridad de introducir el aborto en España y el acomplejado Aznar y el tibio Rajoy... ¡mantienen el aborto en el BOE y ahora no hay manera de acabar con el crimen más cobarde y más grave de todos, porque adultera todo el sistema político. Si no existe el derecho a la vida, tampoco existen el resto de derechos. Créanme: con aborto no hay democracia ni hay Estado de Derecho, todo se convierte en una coña.

Con tal de mantenerse en el poder, Pedro Sánchez es capaz de organizar una fraude electoral: no lo duden

Por tanto, a Feijóo, así como a cualquier otra alternativa no hay que pedirle -ni hay que desear- que llegue al poder: la estupidez socio-podemita le otorgará Moncloa en bandeja. 

El asunto consiste en que, ahora que empieza una larga campaña electoral, Feijóo se comprometa a cambiar las antinaturales leyes de Sánchez: ¿a que no lo hace? Y si no lo hace, Feijóo no nos sirve. 

¿Y Vox? A Santiago Abascal hay que imponerle la misma exigencia que a Feijóo: exactamente la misma. Y entonces comprobaremos de qué textura está hecho. Ahora, liberado de la excentricidad de Macarena Olona, puede ser el momento de que Abascal dé un paso al frente.

Y cuidado, porque Sánchez es capaz de todo con tal de no abandonar el sillón de mando. ¿Habla usted de fraude electoral? Sí, también de eso.