A su izquierda, los dos secuestradores; a su derecha, los dos secuestrados
La sesión de investidura de Pedro Sánchez en el Congreso resultó muy significativa, el mejor resumen de todo lo que ahora mismo está ocurriendo en España. Este es el dibujo: un patético Pedro Sánchez, cuyas intervenciones sólo se pueden definir con el viejo refrán de "si me orinan digo que llueve", se inclina, sumiso, ante los dos matones separatistas: Gabriel Rufián (ERC) y Miriam Nogueras (Junts).
Rufián, como su mismo nombre indica, le espeta al acobardado presdiente que se la juega si no convoca un referéndum separatista en Cataluña, es decir, que le quitarán de presidente, mientras Nogueras le advierte que no le va a pasar una y que mejor que desista ahora, antes de comenzar su Viacrucis... que durará toda la legislatura.
¿Realmente merecía la pena tamaña humillación por dormir una noche más en Moncloa? Al parecer, para Pedro Sánchez, sí.
Tanto el portavoz de ERC como la portavoz de Junts amenazaron a Sánchez, recordándole que debe hacer lo que ellos digan. Y Sánchez, respondió, sumiso, que cumplirá el acuerdo de rendición firmado con Puigdemont
Eso sí, fuerte con el débil y débil con el fuerte: mientras los orcos de Mordor le sometían en la Carrera de San Jerónimo, su ministro Marlaska, uno de nuestros peores ciudadanos, montaba el numerito de la ultraderecha en la calle Ferraz (apenas 30 minutos andando, de un lugar a otro) exhibiendo como excusa para las cargas policiales señalando a los cuatro majaderos que toda buena causa lleva consigo y ordenando a los antidisturbios cargar contra una manifestación que nació pacífica y que aún hoy, cuando ya se han retirado muchos de los ancianos que protagonizaron las primeras, sigue siendo mayoritariamente pacífica.
Es decir, Sánchez se humilla en el Congreso pero, la mismo tiempo, alienta el enfrentamiento civil: Marlaska intensifica la represión en Ferraz y contra quienes se oponen a su vergonzante amnistía. Y Feijóo, ciertamente brillante en su ironía contra el candidato, le sigue el juego, presa de sus complejos de derechita cobarde, al distanciarse de esos ultras de Vox. Por eso perdió las elecciones -las ganó, pero no gobierna- y por eso es posible que las vuelva a perder.
Volvamos a los matones, a los indepes ERC y Junts. Tanto el portavoz de ERC como la portavoz de Junts amenazaron a Sánchez, recordándole que debe hacer lo que ellos digan. Y Sánchez, respondió, sumiso, que cumplirá su rendición frente a Puigdemont, que terminará por solucionar "el conflicto".... dicho esto a quienes le están exigiendo un referéndum separatista, aunque dicho por don Pedro, hombre de palabra, podemos quedarnos tranquilos.
Patético Sánchez. Vivimos la rendición del presidente de un país de 48 millones de habitantes antes dos comunidades, Cataluña y Vascongadas, que suman 10 millones de habitantes, es decir, el 20% de la población...
La oposición actual al Sanchismo, representante del Nuevo Orden Mundial (NOM) en España, no es el PP, ni tan siquiera Vox, sino los católicos coherentes. No se engañen: estamos en una guerra de religión. Para acabar con Sánchez, nada mejor que rezar el Rosario
E insisto: lo único que une a fuerzas tan dispares como los socialistas de PSOE, los comunistas de Sumar-Podemos y los separatistas ERC, Junts, Bildu PNV y BNG es su cristofobia, su odio a todo lo que suene a católico. Esta legislatura será la de la persecución contra todo lo que suene a católico, empezado por la pederastia clerical, la calumnia infame de Angelito Gabilondo, ayer nuevamente citado por Sánchez.
Además, una vez depurado de los precitados cuatro majaderos ultras, las protesta contra la amnistía pulidas de adherencias malsanas, cada día se muestran más como lo que son: oposición católica al Nuevo Orden Mundial (NOM) que representa el Sanchismo. Un elemento, mucho más importante que la ruptura de España, aunque en el momento actual ambos elementos corran paralelos.
La oposición actual al Sanchismo, representante del Nuevo Orden Mundial (NOM) en España, no es el PP, ni tan siquiera Vox, sino los católicos coherentes. No se engañen: estamos inmersos en una guerra de religión, donde la mejor arma para acabar con el Sanchismo es el Santo Rosario que continúan rezando muchos de los manifestantes de Ferraz, en plena calle.