Manifestación en Madrid por la sanidad pública. Los manifestantes dicen que 200.000, la policía rebaja la cifra a 30.000. Es igual el número, el caso es que ha sido suficiente para recibir cobertura por parte de todos los medios del 'Lobby' periodístico, que son los que crean la primera imagen... al menos todavía. Naturalmente el enemigo a batir de los manifestantes sanchistas era Isabel Díaz Ayuso a quien nadie ha nombrado candidata a La Moncloa pero a quien el PSOE vigila mucho más que al candidato oficial, Alberto Núñez Feijóo.
Fíjense que, con Sánchez en Moncloa, el poder movilizador del PSOE, asolado por 100 casos de corrupción- no atraviesa su mejor momento. Gracias al aparato de propaganda más eficaz de todos los gobiernos de la democracia, Pedro Sánchez ha conseguido ser un personaje al que nadie soporta pero todos aguantan y que incluso ha logrado hacerse con una fama singular: todos quieren echarle pero todos dicen que éste no se va ni en con agua caliente, que resulta imposible librarnos de él.
Ha convencido a sus críticos, cada día más, en todas las clases sociales, de que que es inútil que intenten jubilarle: no lo conseguirán.
Ahora bien, es cierto que no hay manera de echarle pero su popularidad está en baja y aumenta su miedo a la calle, donde le abuchean, lo que ha forzado a la izquierda española a encerrarse en sus cuarteles y a centrar en los medios sus ataques a su peor enemigo: la presidente madrileña, Isabel Díaz Ayuso.
Como dice Esperanza Aguirre, a la que ya han llamado al orden en Génova: todos en el PP -sin citar a Feijóo, pero el significado estaba claro-: deberían actuar como Isabel. La prueba está en que Moncloa no está obsesionada con Feijóo, sino con Ayuso.
En cualquier caso, el campo de batalla, quizás el único que le queda al Frente Popular creado por Sánchez, es la sanidad. En una sociedad que tanto pavor siente ante la muerte y ante el dolor, todo se cifra en la sanidad pública, gratuita, o que se vive como tal, aunque de hecho nos salga muy cara. Es decir, en la sanidad pública.
Sanidad pública: un desastre vendido como un éxito. Por ahora, Ayuso -Feijóo por supuesto que no- no se ha atrevido a dar el paso de defender abiertamente la sanidad privada, mucho más eficaz que la pública
En cualquier caso, la izquierda intenta tumbar a Ayuso, que no a Feijóo, por la Sanidad. Y así, con un cinismo impresionante, Moncloa ha relanzado la idea de que la pérfida Ayuso asesinó a más de 7.000 ancianos por haberles encerrado en sus residencias durante el Covid... cuando lo cierto es que los hospitales estaban colapsados y todos los españoles, ancianos y jóvenes, fuimos encerrados por Sánchez en nuestras residencias, es decir, en nuestros hogares. Fue el único remedio, fracasado, que se le ocurrió a La Moncloa para combatir el virus.
Todo esto dentro de un ambiente general en el que hemos creado una medicina digital, es decir, deshumanizada y carísima. Para un mismo diagnóstico se multiplican las pruebas, la mayoría de ellas inútiles.
Otrosí: ya no hay enfermos, sólo enfermedades, tratadas con la tiranía de la máquina que otorga turnos y citaciones a conveniencia del sistema y que, encima, dispara los costes.
El trato al enfermo es sustituido por un trato a la enfermedad a través de la barbarie de la especialización médica, a la que se refiriera Ortega y Gasset hace 100 años y que, encima, dispara los costes.
La sanidad pública es un desastre vendido como un éxito pero, encima, no es gratuita. Es más: nos sale mucho más cara que la privada. Por eso, si la derecha española no fuera tonta, que lo es, debería dar un paso más, hacia la reclamación del cheque sanitario. Es decir, que cada español -eso sí que sería ejercer su derecho a la salud- pudiera ser atendido por los médicos y en el centro que le venga en gana, ya sea sea privado o público.
Repito: sanidad pública: un desastre vendido como un éxito. Por ahora, Ayuso -Feijóo por supuesto que no- no se ha atrevido a dar el paso de defender abiertamente la sanidad privada, mucho más eficaz que la pública. Es la historia de la derecha española: siempre ha sido cobarde, siempre ha tenido miedo a la reacción de los españoles sin darse cuenta de que, cuando es valiente, la gente le sigue, porque el español, sea de izquierdas o de derechas, sabe que la justicia consiste en darle a cada uno lo suyo y es un partidario de darle al esfuerzo su mérito. Dicho en otra palabras: que el que no trabaja, que no coma.