Todavía no sé por qué el FBI ha entrado en tromba en casa del expresidente Trump, pero sí sé que la prensa europea ha aplaudido la rareza y ha decidido de antemano que el culpable es Trump, un presidente fascistoide, atrabiliario y, sobre todo, machista. Con razón dijo Víctor Orban en Texas, que lo que está en juego en las próximas elecciones norteamericanas no es otra cosa que la civilización occidental y los dos conceptos de democracia: el real y el figurado-progresista. En España lo hemos repetido: el enemigo de Occidente no es Putin, es Biden. Bueno, y la vedete Nancy Pelosi, pero eso cuenta menos.

Con el asalto del FBI a la mansión de Trump uno esperaría que al menos la progresía sensata (sí, alguno quedaba, supongo) dijera: oiga, nos hemos pasado, no se puede asaltar la casa de un expresidente sin que quede claro ni el motivo y si, en pocas palabras no ha metido la mano en la caja. Pero no. El presidente se enteró por la prensa, la vedete Pelosi pasa al ataque y asegura que Trump está lanzando. 

Trump puede no ser un buen cristiano, pero sí fue un gobernante cristiano

Lo que ha ocurrido en Estados Unidos es que los demócratas, o sea, los progres, han roto las reglas del juego. Como ocurre en otros países de Occidente, por ejemplo, España, donde se tolera cualquier cosa menos a un cristiano en lo más alto. Y si llega a lo más alto, entonces hay que derribarlo como sea. Esto no significa que Trump sea muy pío: significa que es un gobernante cristiano, que es distinto.

Lo que se ha demostrado con el asalto del FBI a la residencia particular de Donald Trump es que los progres son capaces de todo... y que el imperio progre, la encarnación del Nuevo Orden Mundial (NOM), ha llegado a Estados Unidos, el único país occidental que, hasta Barack Obama, estaba medio libre de su influencia.

E insisto: Trump puede no ser un buen cristiano, pero sí fue un gobernante cristiano. Eso es lo que no le perdonan. Y los progres del NOM son capaces de todo, de todo, con tal de acabar con él... y sólo alguien con espíritu atrabiliario, como Donald Trump, puede enfrentarse a un ejército progre dispuesto a cualquier trampa con tal de salirse con la suya.