En el mundo de Podemos no es que los límites de la moralidad se difuminen, es que en algunas cuestiones, simplemente, no existen. Véase el caso de la educación de los niños. Primero, la entonces ministra de Igualdad, Irene Montero, defendía que "todos los niños, las niñas y los niñes de este país tienen derecho a tener relaciones sexuales con quien les dé la gana" y ahora, la ministra en funciones de Asuntos Sociales, Ione Belarra repite otra idea en la misma línea, pero encuadrada en el ámbito de las familias: "No vamos a dejar de trabajar hasta que se entienda que los/as niños/as son sujetos de derechos y no son propiedad de nadie". No pensamos lo mismo en Hispanidad, ni piensan lo mismo en Hispanoamérica ni, en primera persona, el presidente de la Asociación de Policías S.XXI que le dirige a la podemita Belarra un mensaje claro y conciso: "No te acerques a mis hijos". 

El planteamiento podemita de Belarra nos recuerda, la ya famosa sentencia de doña Isabel Celaá mientras ocupaba la cartera de Educación: “los hijos no son de los padres, sino del Estado”. Y es el Estado quien los educa, siguiendo la estela del pensamiento Celaá.

A las señoras Montero y Belarra sólo dos observaciones. A la primera, un adolescente, no digamos un niño, no puede discernir si desea acostarse con un adulto. Y seguro que si lo hace se arrepiente, e incluso quede resultar traumatizado (no así por suspender matemáticas, como piensan los progres)

Y a la segunda, doña Ione, lo mismo que le respondió en el Congreso la diputada de Vox, Malena Nevado cuando Belarra estaba aún embarazada: "¿El niño que usted está esperando (la ministra está de ocho meses) es suyo, del Estado, de la señora Celaá o de la Agenda 2030?".

A la señora Celáa, por el momento, no tenemos nada que decirle. Tanta paz haya llevado al Vaticano, como embajadora -a lo mejor allí se obra el milagro- como descanso habrá dejado en el seno de las familias españolas a las que sí pertenecen sus hijos.