Ni comunistas ni capitalistas: lo cristiano es la propiedad privada… pequeña
No hecho mano de la cita de un intelectual, entre otras cosas porque no sé lo que es. Echo mano de una santa, Santa Faustina Kowalska (en la imagen), ahora que se acerca su fiesta, el domingo después del domingo de Resurrección. Una declaración que es todo un tratado económico en una línea: "El voto de pobreza es una renuncia voluntaria al derecho de propiedad, o de su uso, para agradar a Dios".
La práctica del voto de pobreza, en positivo, va más allá, claro está. Supone conformarse con lo indispensable y estar contento con ello. Pero ese es el voto de pobreza, que apunta a la santidad, no a la 'ética laica' (ya sé que no existe tal cosa, pero me sirve como concepto) que se conforma con la arquitectura social de derechos y deberes ciudadanos. Pues bien, un derecho ciudadano es el derecho a la propiedad privada.
Y esto es bello e instructivo, a fuerza de actual. Porque resulta que la propiedad privada es, según una monja más pobre que las ratas, con voto severo de pobreza, un derecho inherente al hombre, como recipiendario de los dones que Dios ha creado. O sea, que el cristianismo dice que la propiedad privada es un derecho (al que algunos renuncian voluntariamente pero, en cualquier caso, derecho preexistente) mientras que Pablo Iglesias asegura, como buen neocomunista, que toda propiedad privada es un robo. El cristianismo niega la propiedad pública, quizás porque la Iglesia es vieja, y sabe que la propiedad de todos sí que es un robo: acaba por ser la propiedad de cada persona, usurpada por el tirano, a veces llamado gobierno, incluso gobierno democrático. Mientras que el comunismo piensa que el pecado está, precisamente, en la propiedad privada, que hay que abolir en nombre de la sagrada propiedad pública.
El engaño sigue siendo el mismo: la propiedad pública constituye una estafa de los políticos a la ciudadanía, por la que postulan todos los defensores del pueblo (léase Pablo Iglesias) aspirantes a tiranos, mientras que la propiedad privada defiende la libertad y la dignidad (sí, la dignidad real, no la de la marchas de Pablemos) de la persona. Por eso, los derechos del hombre se dicen así, del hombre, no de la humanidad.
Pero ojo, no son sólo los neocomunistas los que pretenden abolir el derecho básico a la propiedad privada. No también los capitalistas. Me explico: la propiedad financiera, arquetipo del capitalismo de hoy, es otro engaño: una propiedad fiduciaria que el propietario no puede utilizar. El ejemplo típico es el ya expuesto en tanta ocasiones pero que no deja de ser el más plausible: si usted es accionista del BBVA, puede presumir de ser propietario del banco -jurídicamente lo es- pero su propiedad no sirve para nada: usted no manda nada en el BBVA. Su propiedad es utilizada por otro a su propia conveniencia.
No digamos nada de la propiedad de moda en el siglo XXI: los fondos en sus más variadas formas (inversión, pensiones, capital riesgo, etc.): ahí no sólo es que usted no manda nada es que ni tan siquiera puede opinar. A lo mejor están invirtiendo en algo que a usted le regulan y usted ni se entera.
Por tanto, el cristianismo es anticomunista y anticapitalista, dos formas de atentar contra la propiedad privada.
Ahora bien, la doctrina social de la Iglesia tampoco cree en la propiedad privada sino como instrumento del "henchid la tierra y sometedla", como mandato del Creador. En otras palabras, el cristianismo cree en la propiedad privada pequeña, porque la propiedad privada, en imagen clásica, es como el estiércol: es bonísimo y fructífero si está convenientemente extendido. Si no, apesta.
Por tanto, el cristianismo es el partidario de la propiedad privada pequeña. Todo lo grande se vuelve sospechoso… porque lo es.
Con ese parámetro pueden juzgar las distintas opciones políticas desde una óptica cristiana.
Por cierto, a esto -principalmente, a la propiedad privad pequeña- es a lo que se refiere Benedicto XVI cuando, dentro de los valores no negociables del cristiano -vida, familia, libertad de enseñanza-incluía un cuarto, el bien común. Pues bien, el cuarto, el bien común, empieza por el reconocimiento del derecho a la propiedad privada. También a otras cosas, como la corrupción, pero la corrupción no deja de ser una manera en cómo, desde lo público, un señor roba la propiedad privada de los ciudadanos.
Y no sé por qué se extrañan. Ya decía Chesterton que lo grande es incontrolable, y donde haya algo grande, sea público o privado, siempre habrá dolo y engaño, siempre habrá corrupción.
Eulogio López