Refuerzos de la policía llegando al barrio de San Blas
En los últimos días se están sucediendo los episodios de enfrentamientos de jóvenes menas marroquíes con españoles. De los más recientes, el acaecido en el madrileño barrio de San Blas.
La paliza propinada por cuatro jóvenes a otros dos el martes por la noche ha desencadenado una especie de tormenta perfecta cocinada a fuego lento durante los últimos meses.
La Policía Nacional ya ha detenido a todos los agresores, tres de ellos mayores de edad y un cuarto de 17 años y de origen marroquí, acusados por un presunto delito de lesiones. Ello, sin embargo, no ha frenado la sed de venganza de un grupo que, al calor de la indignación vecinal por el aumento de hechos delictivos relacionados con estos adolescentes solos, amenaza con tomarse la justicia por su mano. «La sangre se paga con sangra», llegaron a publicar algunos de sus miembros en redes sociales.
Es decir que la autoría de estos hechos se les atribuye a jóvenes neonazis, pero lo cierto es que los ciudadanos de a pie son los primeros que están cansados de ser víctimas de delitos varios.
Decíamos ayer en Hispanidad que si el ciudadano se siente desamparado por Estado ante sucesos delictivos como los que se están registrando, por ejemplo, en la zona de El Batán y la Casa de Campo, terminará por tomarse la justicia por su mano. Y es que ahora mismo en España se enaltece al verdugoy se desprecia a la víctima.
Precisamente zonas como la del Batán suman día tras día delitos como robos o agresiones protagonizadas por menas que, según denuncian los vecinos de la zona, viven en el albergue juvenil Richard Schirrmann, convertido en un centro de menores por la Comunidad de Madrid.
Los residentes están hartos de sufrir robos -algunos con el método del 'mataleón', estrangulando a la víctima hasta que pierde el control- o agresiones si las expectativas de los ladrones no se ven satisfechas o, en otros casos, simplemente por crueldad gratuita, como le ocurrió a una mujer a la que robaron dos marroquíes, se le cayó el audífono y los dos delincuentes se lo rompieron.
Y, mientras, no ya desde las auridades locales, sino desde la ONU se nos explica que investigar la edad de los menores viola los derechos humanos, cuando muchos de ellos no son menores y son los primeros que no respetan los derechos de los demás, al robarles y agredirles.