La abstinencia consiste en no comer carne, obliga a todos los cristianos desde los 14 años hasta la muerte y es sacrificio tan liviano, en tiempos de ridículo vegetarianismo y peligroso veganismo, que constituye la mejor demostración de que Cristo siempre lo pone fácil a los suyos porque es, como aseguraba Clive Lewis, un hedonista
El mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2023, que comienza el miércoles 22 de febrero nos dice que el camino de Cuaresma es el de la sinodalidad. Si lo dice el Papa está bien dicho y sólo ocurre que yo no lo entiendo: sólo digo que no entro en ello porque sigo sin saber qué es eso de la sinodalidad.
Del ayuno sé un poquico más. Recuerden, porque en 2023 se hace necesario recordarlo: la abstinencia consiste en no comer carne, obliga a todos los cristianos desde los 14 años hasta la muerte y es sacrificio tan liviano, en tiempos de ridículo vegetarianismo y peligroso veganismo, que constituye la mejor demostración de que Cristo siempre lo pone fácil a los suyos porque es, como aseguraba Clive Lewis, un hedonista. Tras sus presuntos sacrificios no hay más que placer y más placer, aunque sabe -profunda apreciación, Eulogio, ésta de que Dios lo sabe- que la condición libre del hombre fuerza que la alegría humana sea un árbol que tiene sus raíces en forma de cruz. Sólo eso.
Sí, en todo el orbe cristiano es obligatorio para todos los católicos vivir la abstinencia todos los viernes de todo el año, no sólo de Cuaresma, salvo en España, que sólo se vive los viernes cuaresmales, por la bula de Cruzada. Sí, la Cruzada de 1936. ¡Como se entere Sánchez acusa a la Iglesia de exaltación del odio!: cuatro años de cárcel para todos los que prediquen esta norma. Pero no le demos malas ideas al presidente: las coge todas.
El ayuno cuaresmal es un poquito más difícil, aunque sus exigencias siguen siendo mínimas. Obliga a quienes cumplen los 18 años y hasta los 60. Y tan sólo son dos días al año: miércoles de ceniza, mañana, 22 de febrero, y el Viernes Santo, que este año cae en 7 de abril. Y tan sólo consiste -mucho más exigente el musulmán- en desayunar algo menos de lo normal, comer normal y cenar algo menos de lo normal. Y, naturalmente, no tomar carne.
Una fruslería... que muchos católicos no viven, otros ni se plantean vivirla y un tercer grupo, quizás mayoritario, sencillamente lo desconoce.
Pues bien, digo que el ayuno pone de mala leche pero trasforma a las personas a gran velocidad... para bien. Y además, es muy saludable. Esto es secundario pero me temo que para algunos resulta principal. Lo recomiendan los curas, sólo algunos, y los médicos -todos en una España de obesos o de obsesos del culto la cuerpo... que viene a ser lo mismo-: ambos trasforman el cuerpo pero no la expresión del alma.
Necesitamos del ayuno, hoy más que nunca, Entre otras cosas porque, si algo define a la población del siglo XXI, al menos en Occidente, es que nos hemos vuelto todos, como decirlo, un poco blanditos, que nos penduleamos entre la anorexia y los regímenes de adelgazamiento sin dolor. Blanditos y un poco histéricos.