Sr. director: La violencia no se trata con violencia, con guerra ni con egoísmo, sino que lo único realmente contrario y que frena la violencia es la buena intención. Y para tener buena intención auténtica o depurada uno tiene que hacer el ejercicio en su vida de anteponer la búsqueda del bien común sobre los intereses particulares o parciales. Puede que esto sea en principio algo más difícil que dejarse llevar por los intereses imperantes, pero si uno lo hace, enseguida descubre que es mejor para todos e incluso mejor para uno mismo, dado que los intereses particulares se cubren de la mejor forma y en su más amplio sentido. Asimismo uno ve que si se deja llevar por los intereses particulares como objetivo prioritario y último, uno pierde siempre ya que pierde lo fundamental, el buen comportamiento, y se da uno cuenta de que esta actuación interesada es precisamente el origen de la injusticia y la violencia ya que hay mucha gente que puede salir perjudicada de lo bueno que podríamos dejar de hacer o del mal que podríamos hacer si anteponemos nuestros intereses a la búsqueda de un bien para todos. Yo creo que al Presidente Bush, si quiere ser eficaz, no le queda más remedio que descartar lo claramente malo como solución y mirar al bien mundo y curiosamente de esta forma será cuando obtenga el mayor bien para su país. Si sólo pensase en el bien de su país, inevitablemente su actuación sería equivocada, interesada, y lo único a lo que podría aspirar sería a obtener bienes superficiales, sin duda perdiendo lo fundamental. Este mal ejemplo de una actuación interesada sin duda sería recogido por muchos ciudadanos con unos resultados claramente perjudiciales para su país. En cambio si los miembros de un Gobierno dan el ejemplo de creer en lo bueno como solución hacen mucho bien a su país. ¿Nos podríamos imaginar la buena marcha del mundo si todo el mundo pensase en buscar el bien del mundo y antepusiese esto a sus propios intereses?, ¿nos podríamos imaginar la buena marcha de un país si todas las personas hiciesen esto? ¿A donde vamos si todo el mundo va a lo suyo o antepone sus intereses particulares al bien común?: ¿podríamos entonces sorprendernos de cualquier nefasta consecuencia? Ana María Vázquez