Sr. Director:
El pasado 8 de marzo se celebró, una vez más, el Día de la Mujer. Me parece justo y razonable que las mujeres hagan oír su voz para que nadie las discrimine por el hecho de ser mujeres.
Cuando Dios creó a la primera pareja humana, los hizo a ambos a su imagen y semejanza, los bendijo, les entregó el Paraíso a fin de que lo cuidasen y custodiasen, les dió el dominio sobre todo lo creado, les hizo fecundos para que pudieran engendrar hijos y educarlos convenientemente. Únicamente les prohibió que comiesen del árbol que estaba en el centro del jardín (el árbol del conocimiento del bien y el mal) y que ni siquiera lo tocasen, porque entonces morirían.
Dios creó al varón y a la mujer iguales en dignidad; de ahí que, tanto las mujeres como los varones, poseamos la misma dignidad fundamental, y esa dignidad nos la da el hecho de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios (Ver Gén. 1, 26-28).
Sin embargo, por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que son de su bando" (Sab. 2, 24)
A partir del pecado original o pecado de los orígenes, el orden querido por Dios e impuesto a los seres humanos se rompió, se resquebrajó, y por ese motivo la armonía entre el varón y la mujer quedó desbaratada, desequilibrada, alterada. Con todo, Dios no nos abandonó al poder de la muerte, sino que, compadecido, nos tendió la mano, para que le encuentre el que le busca.
En realidad, Él no está lejos de nosotros, pues en Él vivimos, nos movemos y existimos, tal y como leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Ahora bien, queda más que claro que hay cometidos que solamente puede realizar una mujer y otros que solamente puede llevar a cabo un hombre, aún teniendo en cuenta que hay tareas que pueden realizar ambos sin discriminación alguna.
La Iglesia siempre ha visto en María el ideal de mujer y por eso la llama "bendita entre todas las mujeres". Y San Pablo, en una de sus cartas, refiriéndose a la mujer, dice: "se salvará por la maternidad si se mantiene en la fe, el amor y la santidad, con modestia" (1ª Tim. 2, 15)
También los varones debemos vivir en la fe, en el amor y en la santidad, con modestia.
Si he puesto como modelo supremo y ejemplar a María es porque Ella fue, al mismo tiempo, virgen y madre. Siempre Virgen y Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre de la humanidad redimida por su Hijo Jesucristo, Madre de todos.
A lo largo de la historia del mundo hemos sido testigos de verdaderas atrocidades contra las mujeres, pero también contra los varones.
Por si a alguien le sirve, me permito escribir aquí los nombres de algunas mujeres sin las cuales la historia de la humanidad hubiese sido más sombría y triste:
Santa Isabel Ana Setón, Santa Faustina Kowalska, Santa Juana de Arco, Santa Isabel, Santa Ana, la española Santa Teresa de Jesús, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Lisieux, Santa Hildegarda de Bingen, Santa Marie Rivier, Santa María Francesca de Jesús, Santa María Domenica Mantovani, Santa María de Jesús Santocanale, Santa Clara de Asís, Santa Edith Stein, Santa Teresa de Calcuta, Laura Bassi, María Gaetana Agnesi, Santa Inés, Santa Cecilia, Santa Lucía, Santa Bárbara, Santa Mónica, Santa Gianna Beretta, Luiza Premoli, Santa Luisa de Marillac, Lila Rose, María Luisa di Pietro, Sonia María Crespo, Ana Cristina Villa, Santa Josefina Bakhita, Sor Simona Brambilla, Santa Oria, Santa Jacinta Marto, Sor Lucía dos Santos, etc.
Más nos valdría a hombres y mujeres fijarnos en la vida y trabajos de estas mujeres para aprender a vivir en este mundo con exquisita dignidad.
Los actuales feminismos exacerbados no promueven la verdadera dignidad de las mujeres.
A los hechos me remito.......