Sr. Director:
En España parece haber resucitado la antigua República: se reniega de los crucifijos, se transforma el tiempo de Navidad, la Semana Santa, el bautismo o la primera comunión en vacaciones o celebraciones paganas.

 

También prosiguen los asaltos a las capillas universitarias, los sacrilegios, incendios o robos en iglesias, las blasfemias públicas en el arte, el cine, la literatura… Mientras, en la ex comunista Hungría, la nueva constitución comienza con un: "Dios salve a Hungría", e incluye párrafos como: "Estamos orgullosos de que nuestro rey Esteban, santo patrón de Hungría durante mil años, haya fundado sobre buenos cimientos nuestra patria, incorporándola a la Europa cristiana" o "Reconocemos el papel del cristianismo en la pervivencia de la nación y (…) de los grandes logros espirituales del pueblo húngaro".

Países que han soportado el sufrimiento atroz de un comunismo ateo y que ahora vuelven sus ojos a Dios con la esperanza de salir de una pesadilla que los dejó sin expectativas ni en este mundo, ni en un más allá donde Dios recoge las semillas del dolor y las transforma en alegría. Porque un mundo sin Dios es, sobre todo, un mundo aniquilado con un peso enorme de pesimismo al que, extrañamente, algunos no sólo quieren volver sino imponer a los demás por la fuerza.

Lucía Rivera