- El ex presidente rompe el PP con su pulso a Rajoy.
- Pero está perdiendo todo el apoyo empresarial. Por ejemplo, los de Telefónica, Santander, Caixabank y Repsol.
- Además, el marianismo le recuerda que si su esposa, Ana Botella, repite como candidata al ayuntamiento de la capital, el PP puede perder Madrid.
- Eso sí, en el entretanto, Madrid y Baleares, González y Bauzá, se crecen frente a Moncloa, apoyados en el ex presidente.
- Aznar continúa con su obsesión anticatalana, que Rajoy no quiere fomentar.
- En Moncloa son partidarios de aplicar la ley paso a paso. Si Mas quiere romper la navaja se cocerá en su propia salsa.
- Ahora bien, la ruptura interna del PP es cada vez más evidente. No por razones morales, sino por las políticas económicas y autonómicas.
Fuentes de Moncloa aseguran a Hispanidad que Mariano Rajoy (en la imagen junto a Aznar) ya no alberga dudas sobre las intenciones de José María Aznar: el ex presidente quiere volver a liderar el partido. La historia la cuentan así:
Desde San Sebastián, arropado por María San Gil. Es decir, por la líder del PP en Euskadi, a la que defenestró Rajoy, utilizando como verdugos al actual ministro de Industria, José Manuel Soria y a la actual presidenta del PP catalán, Alicia S. Camacho. Tal fue el escenario elegido por el ex presidente del Gobierno para lanzar su andanada contra Rajoy.
En definitiva, Aznar acusa a Rajoy de debilidad frente a los nacionalistas y, en pocas palabras, de ceder ante Artur Mas.
Y lo dice en el mismo momento en que se discute abiertamente sobre financiación autonómica, en el mismísimo seno del PP. El presidente madrileño, Ignacio González, y el balear, José Ramón Bauzá, se han puesto a la cabeza de la rebelión, porque son los que más aportan al conjunto de España, más que Cataluña. Lógico, dado que las balanzas fiscales son un cálculo imposible: aporta más al conjunto de España la comunidad con mayor nivel de vida, al igual que en el IRPF los ricos aportan más que los pobres.
Pero las críticas de Aznar llueven sobre mojado y van subiendo de tono. Antes criticó la política fiscal del Gobierno, acusando a Rajoy de no hacer otra cosa que subir impuestos.
La respuesta de Moncloa es sencilla respecto a Cataluña, simplemente aplicar la ley y considerarla una comunidad más, que recibirá lo mismo que las otras, además de retrasar la reforma de la financiación regional... más allá de la fecha límite del 31 de diciembre.
En Moncloa consideran que hay que dejar que Artur Mas se cueza en su propia salsa.
El marianismo también recuerda que la gestión de su esposa, Ana Botella, en el ayuntamiento de Madrid, ha sido un desastre y que, si repitiera como candidata, se corre el riesgo de perder la capital, feudo tradicional de la derecha. Al fondo, claro está, la sospecha de que a Aznar le importa poco en qué llaga meter el dedo: lo que quiere es regresar a la política, liderar el partido y regresar a La Moncloa.
Ahora bien, el ex presidente ha perdido todo el apoyo de la gran empresa. El de Francisco González, presidente del BBVA, del que Aznar asegura que nunca debió nombrarle presidente de Argentaria. Del Santander, que jamás se entendió con él. Lo mismo ocurre con Caixabank, a quien Aznar considera el poder financiero e industrial catalán. El de Telefónica, porque Alierta sigue convencido de que, detrás de la andanada de ATT, estaba Aznar. De Antonio Brufau, porque, en su momento, Aznar pretendió vender Repsol a una petrolera norteamericana. No es la desafección definitiva, pero dice algo... o mucho.
Lo que está claro es que no es la moral lo que marca las diferencias entre aznarismo y marianismo. Por poner un ejemplo, ambos apoyan que España siga siendo un paraíso del aborto y la manipulación de embriones (iniciada por Aznar).
Les espera el concepto de España y la política económica pero, sobre todo, el ansia de cada uno de los dos de permanecer en lo más alto de la pirámide política de forma indefinida. Al parecer don José María ya se ha olvidado de su mejor realización política: retirarse a los ocho años.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com