Sr. Director:
Ahora que se está más que discutiendo la futura Ley de Reforma Laboral y el Derecho al Trabajo me parece oportuno comentar que uno de los aspectos esenciales de la Doctrina Social de la Iglesia es que el trabajo no es una mercancía más porque detrás está la persona.

 

Por tanto una legislación laboral justa tiene que tener en cuenta este principio que deriva del derecho natural al trabajo como vocación de la persona. En principio, debemos confiar en que todos los legisladores desean que nadie en un país esté sin trabajo, o tenga un mal trabajo, porque eso va en contra del bien común.

Por el contrario ni los sindicatos de clase ni el partido socialista, ahora en la oposición, parecen dispuestos a dar la mínima tregua a esa reforma, basados en dogmas ideológicos tan discutibles como fracasados, a la vista de las cifras de desempleo que castigan a nuestro país.

Por su parte el Gobierno tiene la ineludible obligación de explicar a la sociedad, con todo detalle, el alcance de cada una de las medidas que entraña la reforma.

Puedo afirmar que es la nuestra una sociedad dispuesta al sacrificio para mejorar, lo que no acepta ya son subterfugios ni medias verdades. La gran política implica también un discurso claro y razonado.

Jesús Domingo Martínez