La llamada reforma financiera española es algo innecesario pero, sobre todo, nocivo. El gobernante que tenga la osadía de dejar quebrar a los bancos quebrados y satisfacer a los depositantes habrá dado un paso de gigante para salir de la crisis. Por contra, el gobernante -Zapatero, Rajoy, que no gobierna, o Fernández Ordóñez- se han empeñado en una reforma singular: aniquilar a las cajas, hacer entidades más grandes (arramblando con una de las ideas madres de la economía: lo pequeño es hermoso) y convertirlas en bancos. Las cajas españolas no necesitaban reforma alguna, porque la banca española es mucho mejor que la extranjera pero aquí opera el principio griego o irlandés: si los poderosos aseguran que un banco va mal, no lo duden: acabará por ir mal. Son las profecías autocumplidas de las que hablaba el premier griego, Giorgios Papandreou.
Y si realmente fueran mal -que no estaban tan mal- la solución no es fusionarlas- porque aquí opera el principio primero de todas las concentraciones: Fusiona un banco malo con otro malo y tendrás tres problemas. De postre las cifras conocidas en la mañana del jueves demuestran que la mora de los bancos ha superado a la de las cajas.
¿Y para qué sirve toda esta reforma? Principalmente para dos cosas: para que medren los directivos y para despedir empleados.
Miren ustedes: en algunos de los procesos de fusión en marcha se está prejubilando a trabajadores de 55 años con el 90 y hasta el 95% de su salario neto. Genial: destruimos talento y experiencia y mejoramos la eficiencia despidiendo gente: así también puedo ser presidente del Citi.
Otros beneficiados, los más beneficiados, por la reforma forzada son los directivos de las cajas de ahorros. Ahora pasan a ser banqueros y esto es maravilloso: se pueden subir los salarios, acceder a las jugosas opciones sobre acciones (las cajas no tienen acciones, luego no hay opciones) e incuso abrirse sedes en Washington, al ladito mismo de la Casa Blanca, como ha hecho el inefable Enrique Goñi, todavía presidente absoluto de Banca Cívica. Y, de postre, naturalmente, las ayudas públicas a la reforma de las cajas, que pagamos entre todos los contribuyentes.
Bueno, hay un tercer colectivo que también se está forrando el riñón de forma violenta -que diría el castizo-. Naturalmente, la privatización de cajas de ahorros desde PSOE, PP y Banco de España, está provocando riadas de dinero hacia los despachos de abogados y hacia las consultorías, gente muy preparada cuyas empresas, antes que ellos, cobran la hora a millón.
¡Qué reforma más formidable! ¡Todo sea por la estabilidad financiera! ¡Todo sea por la ciudadanía!
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com