La crisis actual no comenzó en el verano de 2008, como asegura el presidente Zapatero sino en el verano de 2007. Lo que ocurre es que él no podía decirlo entonces, para no perder las elecciones de invierno y ahora no lo puede decir porque tendría que rectificar, algo que debe evitarse a toda costa.
Ahora bien, ¿hemos aprendido algo, ahora que vamos a cumplir los 3 años de vacas flacas? Al parecer, Ángela Merkel sí. En Hispanidad llevamos 30 meses hablando de que la razón de la crisis está en la especulación bursátil, en una economía que vive al servicio de la Bolsa. Así que algún derecho tenemos a pavonearnos. Durante todo este tiempo, los sabios de la economía -sí, probablemente una contradicción in terminis- se han reído de la palabreja y sonreído. Pues bien, hoy la emplean de continuo todos los líderes mundiales y la alemana Ángela Merkel, que cometió el error de acudir en ayuda de sus bancos caídos, ha prohibido las ventas a corto contra la deuda alemana y contra la banca germana.
Ahora bien, como los mercados son globales, resulta que la señora cancillera ha hecho bajar a todas las bolsas porque los especuladores invaden aquellos predios donde no les plantan batalla. En cuanto ven al ejército enemigo, el especulador huye y se ensaña con el país vecino.
El problema de la globalización es muy sencillo: hemos levantado las barreras a los capitales, que circulan por los cinco continentes, las mantenemos medio abiertas para los productos y cerrada para los trabajadores, es decir, para las personas. En suma, una asimetría, como se dice ahora, un generador de injusticias.
Entonces, ¿está mal lo que ha hecho Merkel? No, es lo que había que hacer. Es más, sólo se ha atrevido con las ventas a corto, que constituyen un componente mínimo de la burbuja especulativa que nos aprisiona.
No, lo que ocurre es que lo ha hecho ella solita: el mercado de capitales es mundial luego las decisiones han de ser globales.
¿Y qué decisiones son ésas? Pues cuando se pueda prohibir una actividad especulativa se prohíbe, por las bravas, a la germana; cuando no se pueda, por estar muy extendida, por traspasar fronteras o por su propia naturaleza (me temo que eso es lo que le va a ocurrir a Merkel en cuestión de días), lo que único que se puede hacer es masacrarlas a impuestos. Por ejemplo, discriminando según el titular (la señora María no es una especuladora, las gestoras de fondos, de cualquier tipo, sí) o según el lapso de la inversión. Sí, sólo hay algo peor que los impuestos: la parasitización de la actividad económica y la usurpación de la propiedad privada, esto es, la especulación.
¿Por qué digo que las ventas a pérdidas, a corto, son un elemento, no el más importante, de toda la burbuja. ¿Qué es especulación? Todo aquello que, de ser suprimido, no afectaría a la economía real. De hecho, todo el mercado secundario tiene carácter especulativo, aunque habría que distinguir la mera teneduría de acciones o bonos de los componentes más habituales de la especulación: capital-riesgo, derivados, titulizaciones, mercado de divisas, etc. El mercado primario, aquél por el que nació la bolsa, aquel que colabora con el bien común, debe volver a ser el mercado bursátil básico. Hoy en día, el mercado secundario supone en Wall Street el 99,5% del flujo de dinero que se mueve, frente al 0,5% del primario: éste es el problema.
Por cierto, ¿son los brokers los mayores especuladores? Sí y no. Especulación no es arbitraje aunque todo arbitraje es pura especulación. Con un ejemplo se entenderá fácilmente: los mayores especuladores son los gobiernos y los bancos centrales. Estos cuando eran artificiales océanos de liquidez tras el estallido de un burbuja, como ahora mismo. Pero los peores son los gobiernos, cuando inundan el mercado de deuda pública con el único objetivo de ganar votos.
Por tanto, contra la especulación bursátil sólo hay una manera de luchar: prohibir, como ha hecho Merkel y, cuando no sea posible, las más de las veces, gravar con impuestos la especulación, hasta hacer desistir al especulador. No es sencillo, lo sé, pero no se me ocurre otro modo.
Al mismo tiempo, para el mayor especulador, para el Gobierno, la única salida es volver al patrón oro o algún otro referente, por la misma razón de que la tentación actual de muchas empresas de dejar de cotizar en Bolsa (no se lo digan nadie pero es una gran idea). Dicho de otra forma, que en un país no puede cerrar dinero artificial, no sólo porque provoca inflación sino porque provoca algo aún peor que la inflación: provoca paro.
Y la especulación aumenta cuando coincide con el otro mal de este Occidente en decadencia: el sobreendeudamiento. Un apalancado es la víctima favorita del especulador. Un hombre o una empresa, o un país que siempre trabaja a crédito, que le debe dinero a todo el mundo, desemboca en crisis, en crisis profunda. Como la de ahora mismo.
Y atención, la solución no es ayudar al especulador o al apalancado caído por especular. (A las personas no se les ayuda pero a los bancos, multinacionales y Estado sobre endeudados sí). Lo que hay que hacer es dejarles caer, que en el pecado lleven la penitencia.
Nos ha costado tres años de crisis pero, aunque somos alumnos más bien torpes, al menos estamos aproximándonos a un diagnóstico eficaz. Y esto es bello e instructivo, aunque desearía que ya anduviéramos pensando en la terapia por aquello de que no hay mal que 100 años dure ni cuerpo que lo resista.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com