El ex vicepresidente del Gobierno ha montado su pataleta y amenaza con dividir el partido.
La pregunta es: ¿por qué razón se oponen los asturianos a aceptar como líder a Cascos? Está claro que es un buen cartel electoral.
Pues se oponen porque le conocen. Cascos es un hombre que no levanta simpatías. Habla de respeto a los militantes pero lo cierto es que él nunca ha respetado a nadie, ni a hombres ni a mujeres.
Es más, con el primer divorcio y posterior boda civil de Cascos, con Gemma Ruiz, donde asistió todo el Gobierno Popular, comenzó el progresismo pepero, la derecha pagana en que se convirtió un partido de orígenes democristianos. Aquella boda resultó un estandarte para las almas laicas, como gusta repetir uno de los delfines ideológicos de don Mariano, José María Lasalle.
Y créanme, lo de alma laica puede resultar muy divertido en determinados foros pero, el común de los mortales, acaba por rechazar una derecha sin principios, desnortada, que sólo adora al capitalismo rampante. La derecha pagana y capitalista no es eficaz, como ella pretende, es tremendamente aburrida y, cuando se la mira de cerca produce rechazo. El mismo rechazo por el que los populares asturianos no quieren saber nada del gijonés.
Eulogio López
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