Sr. Director:
Los inmigrantes, ignorados en periodos de bonanzas, vilipendiados en épocas de recesión, ese grupo de personas que vinieron buscando una oportunidad y mejora que en su lugar de origen no les podían brindar, ven ahora truncada su felicidad por la gran crisis económica mundial.
Los inmigrantes, dejando atrás en la mayoría de los casos a su familia, enfrentándose con la soledad, a veces con un idioma y siempre con costumbres completamente distintas, logrando superar esa adversidad en tiempo de bonanza con una mejora en su nivel de vida y de su familia, tanto aquí como en sus países de origen, ven ahora truncada su felicidad por la gran crisis económica mundial.
Estas comunidades de inmigrantes se integraron de alguna manera, pero en muchos casos, ante la indiferencia, solamente se veían arropados por su comunidad donde combatían esa soledad en un país extraño. Vinieron cuando la
construcción y la especulación eran lo único que interesaba a los inversores.
Ese efecto llamada fue su punto de partida. Tenían trabajo en muchos casos sin derechos, posiblemente los más precarios, en condiciones casi rozando la ilegalidad, con horarios inhumanos que en su país posiblemente eran
normales, enriqueciendo a los patronos, destajistas, especuladores.
Ahora brotan gestos xenófobos, culpándoles de la escasez de trabajo, olvidando que también el nuestro fue un país de emigrantes. En la mayoría de nuestras familias ha habido alguien que trabajó en el extranjero y también sufrieron esa soledad e incluso en estos momentos muchos de nosotros la podemos sentir, algunos cambiamos de domicilio buscando trabajo o una vivienda más barata y nos desplazamos a otra ciudad o pueblo, y allí experimentamos lo mismo que los inmigrantes aun siendo del mismo país hablando el mismo idioma y teniendo las mismas costumbres. Nos hacen sentirnos extranjeros, cuesta que nos acepten, los lugareños son recelosos y hasta que logramos integrarnos experimentamos esa soledad, esos son brotes xenófobos incomprensibles, cuando lo que hacemos, al igual que los inmigrantes, es contribuir a que esa población se incremente y de alguna manera, aumentar la prosperidad de ella. Si antes vendían cinco barras de pan y un kilo de carne ahora venden más, pueden mejorar gracias a todos los que llegan, no solamente en el comercio sino en infraestructuras, sanidad.....
La xenofobia es la última consecuencia del recelo al extranjero o al extraño llegando al odio, pero el extraño puede ser cualquiera, también aquel que tiene unos gustos distintos dentro de su comunidad. Puede incluso que en el pueblo más pequeño del interior del país exista alguien al que le guste la poesía alemana del siglo XIX, la pesca submarina o la escultura fenicia. Esas personas también se sienten solas por no poder compartir su afición, son los extraños de la población pero no para odiarlos aunque a veces se les ignora, que es casi lo mismo que la xenofobia.
Tanto el inmigrante como el desplazado o el único, tienen una cosa en común, el lugar donde viven, donde quieren que también sus hijos se encuentren a gusto. Ellos contribuyen en la mejora de ese pueblo o ciudad integrándose y, a su vez, les reconfortaría que respetaran sus gustos y su forma de ser.
El xenófobo es el verdadero extraño de una comunidad, a ese es al que se debería de aislar y reeducar. Es un problema de capacitación mental del que se aprovechan ciertos elementos para fines oscuros y de desestabilización.
José Enrique Centén Martín
Los inmigrantes, ignorados en periodos de bonanzas, vilipendiados en épocas de recesión, ese grupo de personas que vinieron buscando una oportunidad y mejora que en su lugar de origen no les podían brindar, ven ahora truncada su felicidad por la gran crisis económica mundial.
Los inmigrantes, dejando atrás en la mayoría de los casos a su familia, enfrentándose con la soledad, a veces con un idioma y siempre con costumbres completamente distintas, logrando superar esa adversidad en tiempo de bonanza con una mejora en su nivel de vida y de su familia, tanto aquí como en sus países de origen, ven ahora truncada su felicidad por la gran crisis económica mundial.
Estas comunidades de inmigrantes se integraron de alguna manera, pero en muchos casos, ante la indiferencia, solamente se veían arropados por su comunidad donde combatían esa soledad en un país extraño. Vinieron cuando la
construcción y la especulación eran lo único que interesaba a los inversores.
Ese efecto llamada fue su punto de partida. Tenían trabajo en muchos casos sin derechos, posiblemente los más precarios, en condiciones casi rozando la ilegalidad, con horarios inhumanos que en su país posiblemente eran
normales, enriqueciendo a los patronos, destajistas, especuladores.
Ahora brotan gestos xenófobos, culpándoles de la escasez de trabajo, olvidando que también el nuestro fue un país de emigrantes. En la mayoría de nuestras familias ha habido alguien que trabajó en el extranjero y también sufrieron esa soledad e incluso en estos momentos muchos de nosotros la podemos sentir, algunos cambiamos de domicilio buscando trabajo o una vivienda más barata y nos desplazamos a otra ciudad o pueblo, y allí experimentamos lo mismo que los inmigrantes aun siendo del mismo país hablando el mismo idioma y teniendo las mismas costumbres. Nos hacen sentirnos extranjeros, cuesta que nos acepten, los lugareños son recelosos y hasta que logramos integrarnos experimentamos esa soledad, esos son brotes xenófobos incomprensibles, cuando lo que hacemos, al igual que los inmigrantes, es contribuir a que esa población se incremente y de alguna manera, aumentar la prosperidad de ella. Si antes vendían cinco barras de pan y un kilo de carne ahora venden más, pueden mejorar gracias a todos los que llegan, no solamente en el comercio sino en infraestructuras, sanidad.....
La xenofobia es la última consecuencia del recelo al extranjero o al extraño llegando al odio, pero el extraño puede ser cualquiera, también aquel que tiene unos gustos distintos dentro de su comunidad. Puede incluso que en el pueblo más pequeño del interior del país exista alguien al que le guste la poesía alemana del siglo XIX, la pesca submarina o la escultura fenicia. Esas personas también se sienten solas por no poder compartir su afición, son los extraños de la población pero no para odiarlos aunque a veces se les ignora, que es casi lo mismo que la xenofobia.
Tanto el inmigrante como el desplazado o el único, tienen una cosa en común, el lugar donde viven, donde quieren que también sus hijos se encuentren a gusto. Ellos contribuyen en la mejora de ese pueblo o ciudad integrándose y, a su vez, les reconfortaría que respetaran sus gustos y su forma de ser.
El xenófobo es el verdadero extraño de una comunidad, a ese es al que se debería de aislar y reeducar. Es un problema de capacitación mental del que se aprovechan ciertos elementos para fines oscuros y de desestabilización.
José Enrique Centén Martín