Es Honduras, y no la diplomacia internacional, quien ha dado una lección al mundo con su golpe de Estado, que para mí fue un golpe de justicia. Al derrocar a Mel Zelaya, lo único que hacía Honduras era salvaguardar la legalidad constitucional que limitan el tiempo que un presidente puede permanecer en el poder, uno de los puntos clave de una democracia. Si no hay limitación de mandatos en la máxima jerarquía, malo. No lo hay en España, por ejemplo, ni en Honduras, naturalmente, y todo dictador tiende precisamente a eso: a mantenerse ilimitadamente en el poder. Y recuerden. El poder absoluto corrompe absolutamente y el poder permanente corrompe permanentemente, para siempre jamás.
Y como Honduras derrotó al mundo, celebró elecciones y volvió a la normalidad, ahora, un año después de aquel 28 de junio, al pequeño país centroamericano le intentan arrinconar. Es el momento de recordarle a nuestro Zapatero que limite el número de mandatos en el poder. En su caso a seis, que son los que lleva.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com