A medida que se conocen más detalles sobre el nombramiento de Maite Costa como presidenta de la Comisión Nacional de la Energía (CNE), la preocupación cunde en el sector eléctrico. Veamos: Costa no pudo hacerse con la Consejería de la Generalitat que le habían prometido, y que recayó en Josep María Rañé, perteneciente a otro sector del socialismo catalán y con el que nunca se entendió. Tampoco el gustaba la energía, por lo que apenas se dedicó a ella, y dejó todo el trabajo en manos de Josep Isern i Sitjà, director general de Energía y Minas.
Era de todos los candidatos, la que menos preparación tenía en temas energéticos, pero, eso sí, estaba empeñada en regresar a Madrid, donde ya se había establecido junto a su esposo. En pocas palabras: no estamos hablando, precisamente, de un nombramiento vocacional. Simplemente, el ministro de Industria ha preferido tener a una de los suyos en un puesto clave para la reforma del sector eléctrico.
Así que las eléctricas cada vez esperan menos de un Libro Blanco que amenaza con quedarse en blanco y de una Comisión que necesitará un tiempo para aclimatarse.