Cualquier observador atento de las celebraciones litúrgicas, habrá constatado un fenómeno generalizado, que se está convirtiendo en algo normal.
A saber:
- Ha disminuido alarmantemente, el número de fieles que acceden al sacramento del perdón.
- Ha aumentado considerablemente, el número de fieles que se acercan a comulgar.
- Bastantes celebraciones sacramentales (bautizos, bodas, funerales…), para muchos asistentes, son meros actos sociales.
- La enseñanza de la Iglesia, basada en la Palabra de Dios, ha sido constante a lo largo de los siglos. Siempre ha enseñado que para comulgar se precisa estar en gracia de Dios -sin pecado grave en la conciencia- y guardar el ayuno pertinente.
- En su preciosa encíclica del Papa Juan Pablo II, sobre la Iglesia y la Eucaristía en su nº 36c, el Papa ha dejado clara la enseñanza oficial de la Iglesia expuesta en el Catecismo, en el Código de Derecho canónico y "la vigencia de la norma del Concilio de Trento concretando la severa exhortación del apóstol Pablo, al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, "debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal".
- No es exagerado afirmar que muchos de los que se acercan a comulgar no reúnen las condiciones necesarias para ello; sea por ignorancia, por falta de fe, por rutina o mimetismo (¿dónde va Vicente?..) o por estar en pecado grave, incluso años sin confesarse etc...
- Esta praxis está llevando a una trivialización del sacramento principal de la Iglesia y a un falseamiento de la conciencia de muchos bautizados. Los responsables directos de cada celebración eucarística (abusos, sacrilegios, etc...) son los ministros ordenados obispos y sacerdotes, que presiden las mismas.
- A falta de una catequesis adecuada y previa, ¿no cabría una advertencia -hecha con todo respeto a los presentes, antes de dar la comunión? Verbi gratia, no hay obligación de acercarse a comulgar… Los que vayan a hacerlo, examinen su conciencia ante Dios y vean si están en su santa gracia. El tomar conciencia de este fenómeno es urgente, muy grave y de la máxima responsabilidad. Actúese en consecuencia.
Miguel Rivilla San Martín